Había
llegado el momento de prepararse. Para las adultas, significaba regresar al
espacio, a su medio ambiente natural. Para los pequeños era uno de los mayores
desafíos de sus vidas. Implicaba dejar el entorno que conocían desde que
nacieron y sumergirse en un medio extraño y hostil, pero a la vez bello y
fascinante. Al fin y al cabo, estaban perfectamente adaptados para ello.
Pero
despegar y abandonar el planeta no era tan “sencillo” como llegar a su
superficie...
Para
aterrizar, las criaturas tan sólo debían dejarse caer. Pero despegar
representaba luchar contra la gravedad.
Los Dardos
Explosivos hacían reventar sus cuerpos con una tremenda explosión, que
propulsaba a sus pequeñas crías hasta la órbita, donde se aferraban a otras
criaturas para viajar hasta las Redes Luminosas.
Los
Puntiagudos, por su parte, usaban un ingenioso sistema de propulsión por fases
para abandonar el planeta. Primero forzaban su potente campo eléctrico para
impulsarse usando el agua del mar como acelerador[1],
lanzándose desde grandes profundidades. Ascendían a través del aire como
meteoritos y, cuando empezaban a perder impulso, encendían varios propulsores
laterales que habían estado desarrollando durante Vueltas enteras. Al
acabárseles el combustible, se separaban de su cuerpo, junto con la parte
cónica de la cola. Entonces, súbitamente aligerados, encendían su propulsor
trasero a máxima potencia y, apoyándose en el campo magnético de los dos
planetas, lograban alcanzar la órbita.
Las veces
en que no lo conseguían, volvían a caer al mar, regeneraban los propulsores
laterales y la sección cónica y lo intentaban de nuevo en otra ocasión.
Pero ni
los Navegantes ni los Caparazones eran tan ligeros como los jóvenes
Puntiagudos. Con un sistema así apenas alcanzarían cinco o seis Cuerpos de
altitud.
El suyo
era un sistema mucho más elaborado y difícil de preparar. No en vano, eran las
dos especies más grandes del Territorio capaces de aterrizar y despegar.
Los
pequeños estaban nerviosos. Y excitados. Sus madres les habían explicado el
complejo procedimiento y los preparativos necesarios.
Para que
no existiese riesgo de colisión con las hembras que descendían, el Despegue se
llevaba a cabo cuando la luna estaba a media órbita de distancia de la posición
que usaban para aterrizar. El túnel de fuerza magnética también se formaba en
esa ocasión. No era tan potente y estable como el que utilizaban para llegar a
la superficie, pero la deformación del campo magnético de la luna provocada por
la radiación de la estrella lo hacía más largo y más duradero.
Había aún
otro factor que facilitaba el despegue en aquella posición en especial: la
órbita del Mundo Vivo es algo excéntrica y su punto de máxima aproximación al
planeta gigante coincide con ese momento.
Para
aprovechar el momento óptimo debían prepararse durante varios Ciclos, a
bastante profundidad.
*
La opresiva oscuridad y la presión de la
columna de agua minaba la paciencia de los pequeños. El ataque de los cinco
Desgarradores, Ciclos atrás, tampoco ayudaba mucho.
Afortunadamente, el lugar escogido estaba
relativamente protegido de ellos. Millones de años de atracción gravitatoria
constante habían deformado la corteza planetaria, creando una serie de arcos
rocosos concéntricos sumergidos, separados entre sí por profundas simas. Era
como un gran laberinto. Los monstruos abisales vivían a mucha más profundidad. En
aquel dédalo de roca, canales y agua, las posibilidades de un ataque era
bastante reducidas... aunque no nulas. No existían pasos bajo los anillos de
piedra, ni cañones ni desfiladeros. Sólo se podía acceder por arriba,
remontando las laderas. En muchos lugares, un Navegante no podía nadar por
encima de las cumbres de los anillos sin embarrancar. Y tampoco podría hacerlo
un Desgarrador. Eso permitía mantener una eficaz vigilancia de los pasos por si
aparecía algún monstruo de aquellos.
La compleja formación geológica brindaba una buena
protección a las especies que se preparaban para abandonar el pequeño mundo.
Las grandes bestias abisales no lo tenían fácil para llegar a ellos y, debido a
la profundidad a la que se sumergían para organizar el Despegue, ni
Masticadores ni Bocasierras suponían una molestia.
Además, la desgracia de Cuidadora también era
la mejor baza de la familia. Ella no podría volver al espacio, así que
patrullaba los alrededores, atenta a la más mínima señal de peligro.
Destello, muy preocupada por su amiga,
mantenía sus sentidos centrados en ella. Había algo raro en la joven mutilada.
Algo rondaba su mente y no parecía ser nada bueno. Ella disimulaba, se mostraba
tan atenta, cariñosa y solícita como siempre. Pero Destello notaba una incómoda sensación en su corazón. Una
indefinida y sutil premonición de que algo no iba bien, de que su querida amiga
ocultaba algo oscuro en su ser.
Pero,
inmóvil como estaba, lo único que podía hacer era esperar. Una larga y tediosa
espera.
El tiempo
pasaba lento, aburrido y monótono. Los pequeños no se podían mover, pues la
tarea requería de toda su concentración. Al principio se comunicaban mucho, se
hacían bromas y la excitación provocada por la novedad los mantenía en vilo.
Pero, como cachorros que eran, se cansaron pronto. El impulso de jugar se les
hacía insoportable. Cada vez era más difícil convencerlos de continuar con lo
que estaban haciendo y no se moviesen.
Por
suerte, quedaba apenas un Ciclo para el gran momento.
Un poco
más de paciencia y podrían partir por fin.
*
Había llegado el momento decisivo.
La luna oceánica recorría elegantemente su
órbita y se acercaba a su perigeo[2]
inexorablemente. Para cuando eso sucediese, todos ellos debían estar a la
máxima altitud posible, en el punto correcto. Si todo iba bien, sus
propulsores, la interacción de los campos magnéticos planetarios y el tirón
gravitatorio del gigante gaseoso deberían bastar para hacerles alcanzar la
órbita baja.
Destello miró su inmenso globo. ¿Cómo podría aquella
gran bolsa elástica y oblonga llena de hidrógeno a presión elevarla hasta la
órbita? Siendo tan delgadas sus paredes, ¿no se rajarían con el esfuerzo? ¿Tendría
suficiente combustible almacenado en sus vejigas para lograr llegar al espacio?
Miles de preguntas se agolpaban en su mente, pero tendría que esperar a ver el
resultado de la maniobra para que fuesen contestadas.
Nunca
podría haber imaginado que el resistente hilo producido por sus glándulas del
hocico se podía usar para algo así. Sabía por experiencia que el hilo no servía
bajo el agua. Su composición se alteraba al contacto con el líquido elemento.
Era una herramienta para usar en el espacio. Y muy útil.
Pero
aquello iba más allá de su comprensión.
Durante
Ciclos enteros todos ellos habían estado tejiendo inmensas redes de hilos muy
apretados entre sí. El agua los había ido alterando y se habían unido unos a
otros por una especie de gelatina delgada, resistente y sin poros. Gruesos
haces de filamentos unían las paredes del globo por dentro, dándole una forma
ahusada que facilitaría su avance vertical a través del agua y del aire.
Mientras
construían aquellos extraños artefactos, no habían dejado de bombear gas de
hidrógeno en su interior, producido a partir del agua del mar. Con las
glándulas de hilo de la cola se habían anclado a enormes rocas del fondo.
Cuando las cortasen en el momento oportuno, saldrían disparados hacia la
superficie, arrastrados por el enorme empuje ascensional de los globos y sus
propios campos eléctricos.
Cada globo
estaba adherido a sus hocicos por cientos de filamentos pegajosos. La maroma de
la cola estaba afianzada a una roca gigante. Por tanto, la tremenda tensión
ascensional se concentraba en sus cuerpos. De no haber tenido un esqueleto tan
resistente y unos músculos tan poderosos, se habrían partido por la mitad.
Habían
estado Ciclos enteros reforzando el aislamiento de los impulsores y aligerando
su cuerpo y su blindaje todo lo posible. Así podrían cargar más combustible y
mantener el encendido más tiempo. De hecho, habían reabsorbido casi todos los
tejidos y músculos no imprescindibles. Sólo conservaron lo necesario para
protegerse de las radiaciones, para navegar en las corrientes magnéticas y para
desplegar los pétalos del lomo.
Cuando
llegasen al espacio regenerarían los tejidos y la coraza, alimentándose el
tiempo necesario en los anillos de hielo y roca. No suponía ningún problema.
La única
pega era que, al aligerar sus organismos y menguar sus músculos y corazas de
aquella manera, si se encontraban con cazadores en el espacio cercano al Mundo
Vivo, tendrían pocos medios para defenderse.
Sin
embargo, tras miles de Generaciones, todas las criaturas que despegaban,
conscientes de su vulnerabilidad, se reunían en grandes rebaños para prestarse
defensa mutua…
… y no
obstante, en muchos Despegues, algunos infortunados se convertían en alimento
de los crueles cazadores.
*
—Preparados todos
(Alerta)—avisó Luchadora. Como era
la hembra de más edad, la responsabilidad del Despegue había recaído en ella.
—Listos—respondieron
los demás, nerviosos.
—Cuidaos mucho ahí arriba,
amigos míos (Nostalgia)—transmitió Cuidadora
con pesar. Debido a su mutilaciones, nunca podría seguirles—. Ni se os ocurra olvidarme.
Espero veros a todas vosotras en la próxima Cría. (Tristeza, Esperanza,
Confianza)
—Nunca te olvidaremos, Cuidadora. Nunca. Volveremos a vernos,
te lo prometemos (Tristeza, Melancolía)—respondieron todos.
—Te prometo que verás nacer
a mi primer hijo (Complicidad, Cariño)—Aseguró Destello—Cuídate
mucho y sé feliz. Haz lo imposible por sobrevivir, porque yo te prometo por mi
vida que volveré (Absoluta Determinación).
—¡Y NOSOTROS TAMBIÉN!
¡ADIÓS!—transmitieron todos, haciendo destellar sus órganos luminosos.
—¡Es el momento! ¡Cortad! (Premura,
Alerta)—La señal de Luchadora fue
como un mazazo en sus corazones. La despedida era definitiva.
Los
músculos de sus colas movieron las mandíbulas metálicas de la parte trasera de
la glándula de hilo. Con un chasquido, seccionaron las gruesas maromas y todos
ellos se vieron impulsados hacia la superficie a una velocidad estremecedora.
*
Cuidadora se quedó allí, sola en la oscuridad. En
apenas un instante toda su amada familia había desaparecido. Aún podía seguir
sus rastros electromagnéticos, pero se desvanecerían enseguida.
Una gran tristeza y una gran alegría se
mezclaban en su corazón a partes iguales. Alegría por sus amigos, por la nueva
aventura que empezaban. Tristeza porque, sin ellos, ya no le quedaban motivos
para vivir.
No podía volver al espacio.
Los machos no aterrizaban, excepto
ocasionalmente los más viejos, para morir en el mundo que los vio nacer.
Nunca más podría criar. Nunca más podría ser
madre.
Estaba sola, varada en la luna oceánica para
siempre.
¿Ayudar a otras hembras? Quizá… Pero el
vínculo establecido con aquel heterogéneo grupo era inigualable. Incluso la
forma de comunicación que habían aprendido era exclusiva de su familia
adoptiva. ¿Qué podía hacer una joven Navegante mutilada por otra hembra o su
cría, si ni tan siquiera había podido proteger a la suya propia?
No, nada sería igual sin ellos. Ni tan
siquiera parecido.
En aquel momento supo que no podría cumplir
la promesa que acababa de hacer a su querida Destello, a la que consideraba una hermana.
Una
Generación era demasiado tiempo consumida en su soledad.
Supo que
la Oscuridad se la llevaría mucho antes.
“Lo siento, Destello, Río, Luchadora, Coral… todos. Lo siento… Pero no
creo que siga aquí cuando volváis. Perdonadme” (Aflicción, Tristeza,
Pérdida).
Lentamente,
con gran pesar, la joven Navegante subió a la superficie. Cuando llegó, relajó
su cuerpo y se dejó llevar por la corriente, sin rumbo fijo. Su aguda visión
pudo observar cientos de globos ascendiendo en el aire cristalino, directos
hacia la opaca nube de ceniza. Allí arriba, tras la nube, resplandecía el ahora
invisible planeta gigante y a sus hermosas bandas nubosas multicolores.
Había
muchos Navegantes y Caparazones. También pudo ver algunos Puntiagudos.
Allí, en
algún punto entre todos aquellos globos de gas, estaban sus amigos, ascendiendo
en dirección al medio ambiente más extremo, bello y fascinante conocido. Los
globos se introdujeron rápidamente en la inmensa nube de ceniza que cubría el
planeta y ya no los vio más.
La
supererupción y sus catastróficas consecuencias habían precipitado la partida
de muchas madres y sus crías. Muchos de los cachorros aún eran demasiado
jóvenes para el Despegue. Si los Ensartadores y demás cazadores espaciales
estaban allí arriba esperando, se iba a producir una horrorosa carnicería.
Pensar en
los carnívoros espaciales hizo que un escalofrío de aprensión recorriese su
cuerpo. El horror que había conocido en aquel pequeño planeta con los
predadores era insoportable. Primero, la pérdida de su hijo. Luego el
permanente acoso de los cada vez más osados y peligrosos carnívoros.
Y,
después, el terrorífico ataque de los Desgarradores.
Era más de
lo que podía soportar. Sin su familia, sin la protección que se habían brindado
entre ellos, sola, sin más defensa que su fuerza muscular…
No tenía
armas como Destello o Bandas. Un ataque de una jauría de Bocasierras y podría resultar herida, e incluso morir. Y, si el atacante era un Desgarrador o
una Pegajosa no tendría la menor oportunidad.
A lo lejos, en un pequeño islote, pudo ver un
gran destello de luz. Una nube de humo y fuego en forma de hongo se elevó en el
aire. Enseguida le llegó el sonido inconfundible de una detonación. Una Dardo
Explosivo acababa de mandar a sus hijos al Universo, a costa de su propia vida.
Otra muerte más.
Resignada, supo que pronto ese sería su funesto destino.
“Que tengáis suerte. Mis mejores deseos para vosotros”
(Cariño).
Cuidadora se abandonó y se alejó
mansamente, mecida por las suaves olas y el leve viento.
*
Era
increíble.
Habían
atravesado los dos Grupos de Cuerpos de profundidad a una velocidad
extraordinaria, ayudados por sus campos eléctricos. La forma oblonga de sus
globos se movía a través del agua con una celeridad pasmosa. El gas, al ir
disminuyendo la presión del mar a su alrededor, había ido ganando volumen y
aceleraban cada vez más.
Rompieron
la superficie del agua como cometas enfurecidos.
Repentinamente
liberados de la resistencia del agua, los globos ascendieron aún más rápido. En
apenas unos latidos adquirieron una altitud considerable, sumergiéndose en la
densa nube de ceniza. La atravesaron como una exhalación y se encontraron, de
pronto, elevándose en el aire cristalino y puro. El planeta gigante brillaba
invitador ante ellos, engañosamente cercano. Había un pequeño círculo negro
desplazándose sobre las hermosas bandas multicolores de nubes, contrastando
vivamente con ellas. Se fijó en el extraño círculo, curiosa. De pronto lo
entendió. Era la sombra de aquella luna que estaban abandonando, que se
proyectaba nítida sobre el enorme planeta gaseoso.
Destello, satisfecha por su capacidad
deductiva, se olvidó de la sombra de la luna y miró a su alrededor. Se asombró.
Como todos los demás cachorros. Era un espectáculo que veían por primera vez.
Cientos de
globos ascendían a través de la atmósfera, cada uno con su Navegante, Caparazón
o cualquier otra especie adherido fuertemente a él. La excitación del Despegue,
atravesar la gruesa nube de ceniza y la sombra de la luna sobre el planeta
habían centrado toda su atención hasta aquel momento, impidiéndole disfrutar
del espectáculo de todos aquellos animales elevándose hacia el espacio.
Un
rapidísimo objeto negro, largo y acabado en punta, pasó a dos Cuerpos a su
izquierda.
Un Puntiagudo.
Destello pudo admirar la forma de su
cuerpo, extraordinariamente aerodinámica. El animal ascendió a gran velocidad,
con sus seis propulsores laterales rugiendo en el aire enrarecido. Se elevó tan
rápido que en apenas unos latidos se había convertido en un punto negro en la
lejanía.
Gracias a
su agudísima visión pudo observar que los propulsores se apagaron de repente.
Sin duda, se habían quedado sin combustible. Entonces, se separaron rápidamente
del cuerpo del animal, junto con todo el cono de cola. El Puntiagudo encendió
entonces su impulsor y se adentró en el espacio pocos momentos después.
No pudo
por menos que admirar la increíble capacidad de aquellos seres. Una sana
envidia la invadió.
“Ojalá yo pudiese hacer algo tan impresionante.
(Admiración). ¡Suerte amigo!“ (Esperanza)
Se
concentró en su propia situación.
Estaban a
mucha altitud. Se podía ver claramente cómo el azul del cielo casi se había
desvanecido. También empezaba a ser perfectamente apreciable en el horizonte la
curvatura del satélite.
La
temperatura había bajado drásticamente y la presión atmosférica había descendido a
menos de la centésima parte. Los globos estaban llegando a la máxima altitud
posible. Faltaba muy poco para encender los propulsores.
Se cruzó
con los impulsores auxiliares y el cono de cola del Puntiagudo. Pasaron a casi
tres Cuerpos de ella, perdiéndose rápidamente en dirección al mar. Confió en que no golpeasen el globo de ninguna otra criatura... o a la criatura en sí.
Su corazón
se encogió al pensar qué pasaría si su globo se rajaba. O si no tenía
combustible suficiente para alcanzar la órbita.
“¿Sería capaz de aterrizar sin estrellarme…?”
(Aprensión).
Entonces
recordó sus dos impulsores magnéticos laterales. Los demás no los tenían.
Aquello la tranquilizó. Se habían mostrado muy útiles en el mar. Seguro que en
el espacio se comportarían de maravilla.
—Preparados para encender
propulsores… —transmitió Luchadora.
Todos se
pusieron tensos. Destello se fijó en
los Caparazones. Los cachorros eran aún jóvenes para intentar el Despegue. Así
que sus madres los remolcarían con hebras de hilo, sumando su potencia a la de
ellos. Ella no lo acababa de tener muy claro. Los pequeños se quedarían sin
combustible mucho antes que sus madres. El peso añadido quizá sería demasiado
para ellas.
—¡Ahora! (Urgencia).
Encendió
sus propulsores a plena potencia. Cientos de animales hicieron lo mismo casi al
mismo tiempo.
Ella había
pensado en un principio que, al poner en marcha los propulsores, se abalanzaría
contra el inmenso globo. Pero se sorprendió al ver que no fue así. Al
impulsarse, la enorme bolsa se vio súbitamente aligerada de su peso, por lo que
volvió a ascender a gran velocidad.
Los
músculos que comprimían sus vejigas estaban tan tensos que parecían sólidos.
Era necesario mantener una gran presión de salida de combustible, pues siempre
existía el riesgo de que la llama del impulsor se expandiese por los conductos
y detonase dentro del cuerpo. Por supuesto, aquello representaba una muerte
instantánea.
Sabía
perfectamente que un encendido largo comprometía las placas del recubrimiento
interno de los propulsores, pues podían llegar a dañarse. Y el dolor de una
lesión así era prácticamente insoportable. Por ello habían pasado Ciclos reforzándolas
especialmente para aquella ocasión.
Ascendían
a gran velocidad. Cada vez se sentía más ligera. La enorme gravedad del planeta
gigante estiraba de ellos con una intensidad creciente.
También
pudo comprobar que los campos magnéticos de los dos planetas estaban empezando
a interferir. La energía del ambiente crecía paulatinamente. Pronto se formaría
el túnel de fuerza y podrían usarlo para alcanzar la órbita.
Pero había
que llegar al punto correcto en el momento oportuno.
Los cientos
de globos empezaron a converger. Todas las criaturas se preparaban para el
esfuerzo final. Todos daban claras muestras de cansancio. Mantener un encendido
tanto tiempo a tanta potencia y escalar el campo magnético habían consumido
casi toda la energía de aquellas criaturas, con sus organismos mermados por el
proceso de aligeramiento. No aguantarían mucho más. Si el túnel no aparecía
enseguida…
De pronto,
pudo magtinar una enorme turbulencia en las líneas magnéticas. Empezaron a
enroscarse sobre sí mismas, hasta que formaron un vórtice giratorio. Entonces,
con un intenso destello magnético de vivos colores, el túnel apareció ante ellos, curvándose en
la misma dirección de traslación de la luna.
Justo a
tiempo. Le quedaba combustible para apenas unos cuantos latidos más… sin contar
con el gas contenido dentro del globo, claro.
Los cientos
de animales empezaron a navegar elegantemente en el seno del vórtice de fuerza.
Todos habían apagado sus propulsores, reservando el poco combustible que les
quedaba por si se necesitaba.
Apoyándose
en el remolino magnético, y atraídos por la intensa gravedad del planeta,
alcanzaron la órbita baja del Mundo Vivo.
Lo habían
conseguido.
Todos.
El
infinito Espacio se abría ante ellos, invitador y fascinante.
Destello, extasiada, aguzó todos sus
sentidos para percibir el inmenso entorno que la rodeaba. Allí, contenido en
una burbuja de paredes nebulosas anaranjadas, había todo un sistema estelar.
Pudo
percibir las colosales y poderosísimas corrientes magnéticas que emanaban de la
diminuta estrella central. Pudo sentir los planetas que la orbitaban, la gran cantidad
de lunas del gigante, sus anillos…
Se
maravilló con el espectáculo que podía magtinar, tanto en el entorno del gran
planeta como en el resto del sistema.
Su corazón
se aceleró de tal manera por la emoción, que creyó que le estallaría. Observó a
sus jóvenes amigos, Amanecer, Bandas,
Bebé… todos estaban igual de absortos en el espectáculo que se desarrollaba
ante ellos. En los ojos de las adultas pudo observar la emoción, el orgullo y
la expectación que sentían por sus hijos.
Sintió
cómo su organismo, instintivamente, equilibraba rápidamente la temperatura
interna. El lado iluminado de su cuerpo se había calentado mucho, mientras que
un frío glacial congelaba la parte oscura. Su sistema circulatorio de control
térmico, relleno de nitrógeno líquido, llevaba calor de la parte iluminada a la
parte oscura y viceversa.
Se sintió
pletórica, poderosa. En el planeta había vivido placenteramente (descontando
los recientes acontecimientos, claro). Pero en aquel momento sintió que acababa
de penetrar en su elemento. Estaba en casa. Aquel era su ambiente.
Aquel era
el lugar al que pertenecía, para el que estaba realmente adaptada.
Una
imparable emoción taladró su mente, mezcla de curiosidad, expectación e
impaciencia.
El
Espacio. Su auténtico hogar.
Luchadora les conminó a ponerse en
movimiento. Aún no habían acabado la maniobra de Despegue. Les faltaba acelerar
usando los campos magnéticos para estabilizar la órbita.
Luego,
podrían descansar y recuperarse del tremendo esfuerzo y el estrés sufrido.
[1] Esto se conoce como
impulsión Magnetohidrodinámica. Los ingenieros llevan décadas estudiándola e
intentando desarrollarla, pues permitiría el diseño de embarcaciones muy
veloces y eficientes. Se produce cuando se induce un campo eléctrico en el agua
salada. Cuando esto sucede, el agua empieza a moverse, tanto más rápido
cuanto mayor sea el campo. (N. del A.)
[2] Perigeo: punto de máxima
aproximación de un objeto astronómico (cometa, asteroide, satélite…) a un
planeta. El punto contrario es el Apogeo. Si la referencia es una estrella,
estos dos puntos se denominan Perihelio y Afelio respectivamente. (N. del A.)
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