Destello, forzó sus impulsores y partió como una
exhalación. La Ensartadora mantuvo la posición, a su lado, a apenas tres aletas
de distancia.
Ambas disfrutaron durante un momento de la
sensación. Por fin podían medirse con un rival a su altura. Pero la Ensartadora
no tenía intención de jugar. Quería devorarla. Y Destello era perfectamente consciente de ello.
Avanzaron a gran velocidad, describiendo una
amplia curva en dirección al Mundo Vivo, hacia la gran manada de criaturas que
se recuperaban en la órbita, tras el Despegue.
La Ensartadora hizo un amago de echársele
encima y la joven reaccionó a la velocidad del rayo, apartándose de ella. La
carnívora tuvo que reconocer que la Navegante era mucho más ágil y rápida de lo
que había supuesto. Aquello la estimuló todavía más. Seguro que estaba
deliciosa.
Atacó de nuevo.
Destello mantuvo la distancia de seguridad sin
problemas y aceleró aún más, forzando a su enemiga a aumentar su velocidad.
Ninguna de las dos había mostrado todavía sus auténticas habilidades.
Los tres Ensartadores compañeros de su
contrincante las perseguían a cierta distancia, lejos de alcanzarlas.
“Bien”, pensó Destello.
“Mientras estén pendientes de mí, no lo están de
los demás”.
Entonces le llegaron, con claridad dolorosa,
las horribles transmisiones de dolor, angustia y desesperación de su familia.
Aterrorizada, observó cómo Bandas mataba a uno de aquellos bichos
casi a costa de su propia vida, y cómo el otro torturaba cruelmente y empezaba
a comerse viva a Amanecer.
La furia creció en ella de forma exponencial.
Sabía perfectamente que no podía llegar hasta
ellos antes de que Amanecer muriese,
pero no le importó. Debía intentarlo.
Para colmo, dos Ensartadores más se dirigían
hacia Bandas.
Su enemiga la miró con evidente placer. Era
consciente de lo que estaba ocurriendo y se divertía.
Destello
magtió de rabia.
“¡SE ACABÓ LA CARRERA!”.
La joven cambió de dirección abruptamente y
se abalanzó contra la sorprendida Ensartadora, con el colmillo y los filos preparados para
perforar y cortar sin piedad.
*
Aquello
era más de lo que podía soportar. No estaban cazando. Estaban torturando a sus
víctimas. Era algo que no había visto nunca. Los cazadores capturaban una
presa, la inmovilizaban, la mataban y se la comían. Fin de la historia.
Pero
aquella crueldad, aquel odio, aquel placer por causar dolor y desesperación era
completamente nuevo. Allí estaba pasando algo muy raro. Los Ensartadores no
eran criaturas dañinas ni odiosas. Eran, simplemente, carnívoros. Cumplían su
función. En cambio, aquellos se comportaban como fieras sedientas de venganza, salvajes,
brutales, bestiales…
“Pues si esas son las reglas ahora, enseguida vais a conocer a
otra bestia salvaje”, pensó, mientras la furia lo consumía.
Aprovechó
una cercana e intensa banda energética del campo magnético y se lanzó contra
los Ensartadores a una velocidad estremecedora.
Sus
terribles filos aserrados de adulto maduro despidieron resplandores letales.
*
Bandas ya no pensaba con racionalidad.
El tormento que estaba sufriendo Amanecer
lo estaba arrastrando a la locura.
Ciego de
ira, se devanaba los sesos tratando de encontrar una manera, la que fuera,
aunque le costase su propia vida, de acabar con el sufrimiento de su amiga.
El dolor
atroz de sus propulsores destrozados no hacía sino aumentar aún más su furia.
Por el dolor y por saber que no podía usarlos.
Y la
actitud del Ensartador, provocando sufrimiento y dolor gratuitamente, sin usar
su ponzoña paralizadora (e insensibilizante) para prolongar la agonía de Amanecer, hacía que una rabia ciega lo
consumiese.
El
carnívoro se apartaba siempre de él, de sus intentos por atraparlo y quitarlo
de encima de su amiga. Lo hacía con desprecio, sin esfuerzo, sabiéndose más
rápido. Pero se alejaba lo justo para mantenerse fuera del alcance de los
temibles filos del joven, quedándose lo suficientemente cerca para que éste
pudiese ver la tortura y el horror que estaba provocando en su desdichada presa.
Bandas disparó varias hebras pegajosas
contra el cuerpo del Ensartador. Como no podía escalar por ellas, pues sus
órganos glandulares no estaban diseñados para ello, lo único que consiguió fue
mantenerse a remolque de la repugnante alimaña.
El
Ensartador, al principio, pensó en quitarse los filamentos con uno de los
tentáculos, pero luego se dio cuenta de que, con el joven asido a él, no
tendría que perseguirlo y podría enseñarle cuán sádico podía llegar a ser.
La
repugnante y horrible lengua volvió a salir y se llevó un nuevo trozo de carne
a su asquerosa bocaza. Amanecer,
agotada de magtir, abrumada por el dolor y ya rendida a su triste destino,
apenas pudo emitir un suave quejido. Sus aletas se sacudían espasmódicamente,
cada vez con más lentitud. Su mente se negaba a retirarse al inconsciente,
haciendo que la joven sintiese cada perforación, cada pedazo de carne
arrancada, cada áspera fricción de la odiosa lengua de su verdugo.
El Ensartador
decidió provocar aún más dolor, de otra forma todavía más horrible que las
anteriores.
Se acercó
a la pavorosa herida del lomo de su víctima, apartó los dos tentáculos
inferiores para hacerse sitio y sumergió su boca en el sangrante agujero. Tras succionar
un poco, con evidente placer, giró la boca hasta ponerla horizontal y asió un
trozo de armadura con los dientes. Presionó con ferocidad y arrancó el pedazo
de coraza, haciendo más grande la herida.
Amanecer magtió con tal intensidad, con
tal dolor y desesperación, que todas las criaturas que orbitaban el Mundo Vivo
se estremecieron de angustia.
Satisfecho
por el resultado de su idea, volvió a morder la armadura, arrancando un nuevo
pedazo. Se le había ocurrido que podía despellejar una gran área del lomo. Así
dispondría de una gran cantidad de carne expuesta para poder arrancar largas
tiras.
Bandas, totalmente loco de furia,
encendió de nuevo sus propulsores. Su rabia alcanzaba tal intensidad que ni
siquiera notó el dolor. Se abalanzó contra el Ensartador, pero éste le propinó
un fuerte golpe con un tentáculo y lo apartó de sí. Los filamentos, adheridos
al costado del carnívoro, frenaron la deriva del joven Navegante.
Y volvió a
morder la coraza de Amanecer, provocando
en ésta un nuevo magtido de agonía.
Bandas, atenazado por el dolor de sus
propulsores, volvió a volcar combustible en ellos. Ya nada le importaba, tan
sólo apartar a aquella bestia feroz e inmunda del cuerpo de su amiga.
Entonces,
un objeto oscuro y compacto golpeó con una fuerza demoledora el costado del
desprevenido Ensartador.
La fuerza
de la colisión fue de tal magnitud, que el carnívoro soltó a Amanecer. Uno de sus tentáculos, que
estaba asido firmemente al cuerpo de la joven, fue arrancado de raíz. En el costado
derecho de la bestia la armadura se había quebrado y apareció una herida
sangrante.
Amanecer giraba incontroladamente,
inconsciente al fin. O tal vez muerta tras la horrible agonía.
Bandas, estupefacto, intentaba
comprender qué había sucedido. Y, cuando supo qué acababa de pasar, su asombro
no conoció límites.
Frente a
él, con la coraza frontal destrozada y sangrando, flotaba inconsciente Bebé.
*
La pequeña, aterrorizada de nuevo por otro
horrible depredador, como con los Desgarradores en el mar, se había pegado
histérica a Coral. Con cada nuevo
magtido de angustia de Amanecer, la
joven cría se hundía en una espiral de terror y desesperación absoluta.
Pero, en un momento dado, tras la explosión
de los propulsores de Bandas, tras
ver el nuevo horror que el Ensartador estaba provocando en su amiga, algo se
rompió dentro de ella.
No podía quedarse allí, impasible, inmóvil,
temblorosa y aterrorizada, mientras sus dos amigos perecían de forma
horripilante.
Sin pensar, sin calibrar ninguna
consecuencia, la pequeña actuó. Tenía que hacer algo, lo que fuera. Y la idea
de Bandas con las hebras fue todo lo
que necesitó.
Sin avisar a nadie, disminuyó su órbita en
relación a las adultas, decelerando rápidamente. Cuando consideró que estaba lo
suficientemente separada de ellas para cometer la locura que pensaba hacer,
disparó un gran número de filamentos contra Río, Luchadora, Coral y una de las Caparazón. Rápidamente, rotó sobre su eje longitudinal y enredó
las resistentes hebras hasta formar con ellas una gruesa maroma.
Entonces, con los desesperados magtidos de
dolor de Amanecer taladrándole el
cerebro, y ante la estupefacción de las adultas, Bebé forzó sus órganos electromagnéticos y sus propulsores hasta
más allá del límite del dolor.
La contundente aceleración que experimentó
propulsó su cuerpo a gran velocidad. Pero, al ser mucho menos masiva que las
cuatro adultas a las que se había anclado, la maroma la obligó a seguir una
cerradísima trayectoria curva. Usando a su madre y a las demás como puntal, empezó a girar cada vez más rápido, vuelta tras vuelta, hasta acumular una energía cinética monstruosa.
La fuerza centrífuga estuvo a punto de hacer
pedazos su resistente esqueleto. Se sintió desfallecer, en el límite de la resistencia. En el momento preciso, cortó la maroma y salió despedida en línea
recta con la fuerza de un cometa enfurecido, en rumbo directo de colisión,
contra el Ensartador que atormentaba a Amanecer.
El impacto fue de una intensidad tal que su
infantil coraza frontal, debilitada por el proceso de aligeramiento previo al Despegue,
se hizo trizas. La explosión de dolor arrasó su mente y perdió
el conocimiento al instante.
Pero había logrado su objetivo.
El Ensartador, malherido y sangrando en
abundancia, se había separado de Amanecer.
*
Pero el peligro no había disminuido. Tan sólo
había cambiado de lugar.
Amanecer estaba malherida, con el lomo medio
devorado, incapaz de moverse y en estado de shock, casi inconsciente.
Bebé, inerte y con la armadura
destrozada, tan sólo era un objeto a la deriva.
Y Bandas, con los propulsores destrozados
y atenazado de dolor, pero dispuesto a traspasar cualquier límite, era la única
defensa que ambas tenían contra los dos nuevos Ensartadores que, furiosos, se
abalanzaban sobre los tres en aquel momento.
*
Estaba profundamente sorprendido por el valor
y el arrojo de aquellos dos jóvenes que trataban de defender a su amiga. Jamás,
en toda su larga vida, había visto un comportamiento y una inteligencia
similares.
Usar las glándulas de hilo para atacar y
defenderse era lo más astuto que había visto nunca. Y que dos jóvenes crías
hubiesen mantenido a raya a dos Ensartadores adultos y experimentados era,
sencillamente, increíble.
Claro que el coste que ambos cachorros habían
tenido que pagar era horroroso. Igual de horrible que la pavorosa herida en el
lomo de la desdichada joven atacada por el Ensartador malherido.
Para colmo, otros dos monstruos se dirigían
hacia ellos. Pero no desarrollaban toda su velocidad. Querían provocar más
terror en sus indefensas presas, acercándose a ellas lenta pero
inevitablemente.
Por ello, admiró el valor del joven macho,
que no sólo no se retiró de la lucha, malherido como estaba, sino que plantó cara
decididamente a los dos carnívoros. Su necesidad de proteger a las dos jóvenes,
su arrojo y su valentía, lo conmovieron.
De ninguna manera iba a dejar que el
sacrificio de aquellas crías fuese en vano.
Había aprendido muchas cosas en su dilatada
existencia. Y una de ellas era el truco para volverse prácticamente indetectable.
Concentró toda su inmensa fuerza y aceleró al
máximo, lanzándose al ataque como un meteorito enfurecido.
*
La
maniobra de la joven Navegante la pilló completamente por sorpresa. Se había
movido a la velocidad del rayo. Ni tan siquiera pudo reaccionar.
El
violento impacto en el costado de la bolsa, tras el ojo izquierdo, provocó un
agudo y lacerante dolor, que la dejó aturdida, desorientada y a girando a la
deriva.
Volvió
precariamente en sí, furiosa y sorprendida. Su asombro aumentó todavía más
cuando comprobó dónde estaba su..."¿presa?".
Había
acelerado hasta una velocidad increíble, convirtiéndose en un punto negro sobre
el fondo azul del satélite oceánico.
Volaba en
rumbo directo a sus tres jóvenes amigos.
Comprobó
que no había sufrido ninguna herida importante. Por suerte, la Navegante no
había usado sus filos ni su colmillo.
Aquel
había sido un grave error por su parte. El daño provocado por el impacto no le
impedía volar. Volvería a perseguirla y la cazaría.
Furiosa
por el dolor y la osadía de la joven, aceleró al máximo.
*
Destello, un
poco aturdida por el impacto contra la Ensartadora, forzó su organismo hasta el
límite de su capacidad.
Vio
que su contrincante se estabilizaba y reanudaba la persecución, pero le llevaba
tanta ventaja que no se preocupó. Con la velocidad que era capaz de desarrollar
gracias a sus extraordinarios impulsores, combinada con su gran maniobrabilidad
de Navegante, ningún Ensartador podía atraparla.
Su
atención se centró en sus tres amigos y en los dos cazadores que avanzaban hacia
ellos.
Dio
mentalmente las gracias a Bebé por
su sacrificio y a Bandas por su
increíble valor. Habían logrado ganar un tiempo valiosísimo. Quizá el necesario
para que ella pudiese llegar y defenderles.
Mamá y
las demás tenían toda su atención puesta en los tres jóvenes y los
Ensartadores. Se habían olvidado de ella. Ni siquiera pensaban en el resto de
cazadores que acababa de abandonar su rocoso escondite orbital, en dirección a
la gran manada de hembras y crías que orbitaban la luna.
“Mejor”, pensó. “Así nadie
emitirá nada hacia mí y no me detectarán esas alimañas”.
No
podía hacer nada contra el resto de carnívoros, pero sí podía proteger a su
familia. Las demás criaturas deberían defenderse por sí mismas. Ella no podía
estar en todos sitios a la vez. Por mucho que le doliese, por mucho que la
imagen de cachorros devorados encogiese su corazón, su primer deber estaba con
los suyos.
“Pero si logro salvarlos, si logro apartar a esas alimañas
inmundas de mi familia, trataré de ayudar a los demás”, pensó,
con fiera determinación.
Rápidamente,
hizo balance de su situación.
La
Ensartadora preñada la perseguía a toda velocidad, seguida por los otros tres
carnívoros de su grupo, pero a gran distancia. No serían un problema inmediato,
pero limitaban el tiempo que tenía para luchar.
Dos
cazadores más se dirigían hacia Amanecer,
Bebé y Bandas, lentos pero implacables. Y otros tres iban a por el grupo
de mamá. Sabía que las adultas, tanto Navegantes como Caparazones, se
defenderían perfectamente, pero temía por las crías de Caparazón.
Y
luego, casi tres Grupos de Ensartadores se estaban abriendo en abanico, para
atacar a las criaturas que formaban la parte trasera de la manada principal.
El
peligro más crítico lo corrían sus tres jóvenes amigos, así que se dirigió
hacia ellos como una exhalación.
Si
lograba pasar desapercibida hasta el último momento, los pillaría completamente
por sorpresa.
Miró
el brillo letal de sus temibles filos y voló directamente hacia sus objetivos.
Entonces
captó una potente transmisión, que no supo descifrar, dirigida a los dos
Ensartadores que acosaban a sus amigos.
Su
contrincante, más astuta de lo que había supuesto en principio, acababa de
avisar a sus compañeros de la amenaza que suponía.
Los
dos carnívoros miraron hacia ella, la vieron y aceleraron.
Y los
tres que se dirigían hacia mamá y las demás, cambiaron su rumbo de improviso y
se propulsaron a toda velocidad, directos a los jóvenes Navegantes.
Destello, con
el corazón encogido de angustia, acababa de ver cómo todo su plan se iba al
garete.
Amanecer, Bandas y Bebé estaban perdidos.
Para
cuando ella llegase, dos de aquellos bichos la entretendrían mientras los demás
se llevaban a sus amigos y los devoraban.
Ciega
de ira, la joven forzó su organismo más allá del límite. Un agudo dolor
recorrió cada fibra de su ser. Sintió un torrente de furia y una sensación de
pérdida similar a la que experimentó cuando el Desgarrador atrapó a su madre.
Una potente vibración energética empezó a expandirse por todo su cuerpo.
“Está llegando. La misteriosa fuerza que hay en mí y que mató
al Desgarrador está llegando”, pensó a duras penas, mientras su
conciencia empezaba a evaporarse. Una parte de su mente en retroceso se
incendió de alegría al darse cuenta de que iba a desplegar de nuevo todo su
poder… aunque también recordó el horrible y agonizante proceso de recuperación
que llevaba implícito.
Sus
iris violetas empezaron a brillar.
*
Bandas
observó el cambio de actitud de los cinco Ensartadores. Aquella señal lejana
los había advertido de algo y habían abandonado sus intenciones iniciales.
Ahora
se dirigían hacia ellos a toda velocidad.
Y él,
desesperado, se dio cuenta de que no podía hacer nada más que esperar su fin y
ver cómo devoraban a Amanecer y a Bebé.
Entonces,
tras los dos Ensartadores más cercanos, vio algo extraño.
*
Sin
embargo, la fuerza misteriosa, aquel poder estremecedor, no llegaba. No
comprendía nada. Con su madre funcionó. Fue instantáneo. El Desgarrador la
atrapó, vio en sus crueles ojos sus intenciones y su mente se evaporó.
Ahora
estaba en una situación similar, rabiosa, impotente y angustiada. Sus amigos la
necesitaban inmediatamente. Y ella no podía acelerar más ni llegar a tiempo.
Si lo
que Bandas le había explicado, lo
del poderoso rayo de energía que salió de su cuerpo, era verdad, constituía su
única esperanza.
“Entonces, ¿por qué no funciona? ¿Por qué sigo consciente?”,
pensó con desesperación. “Al parecer, estoy en una
especie de límite… de limbo. El Poder está ahí, a punto, pero hay algo que lo
contiene. Es como si una barrera lo mantuviese encerrado…”
De
pronto, experimentó una revelación. Abrió mucho los ojos al comprender la
limitación de aquel poder.
“Es instintivo. La furia lo desata, pero sólo cuando llego a
una situación límite. Si QUIERO usarlo, no aparece…”.
Contrariada
y enfurecida por lo absurdo de poseer un poder abrumador que no se puede usar
cuando se quiere, Destello exprimió
al máximo su capacidad impulsora, desesperada por llegar hasta sus amigos antes
que los carnívoros.
Entonces,
tras los dos Ensartadores más cercanos a Bandas, vio algo extraño.
*
Había
funcionado. Tal y como esperaba.
Su
habilidad le había llevado hasta detrás mismo de los Ensartadores sin ser
percibido.
A
pesar de su voluminoso tamaño, ninguna criatura de los alrededores lo había
visto volar hasta allí.
Como
necesitaba de todo su potencial para asestar el golpe definitivo, devolvió su
escudo magnético a su configuración normal. Mantenerlo alterado de aquella
forma le causaba una gran fatiga y limitaba mucho su fuerza física.
Con el
magto y su único ojo calibró la posición de sus adversarios, su rumbo y
velocidad en apenas un parpadeo.
Encendió
los propulsores a su máxima capacidad y aceleró, pasando a gran velocidad entre
los dos sorprendidos Ensartadores.
Los
temibles filos de sus aletas gigantes los cortaron por la mitad, a lo largo,
tan suavemente como si hubiesen cortado agua líquida.
Ambos
depredadores se preguntaron cómo era posible que una criatura tan grande
hubiese aparecido de repente allí, de la nada, sin que nadie lo hubiese visto
llegar.
Dos
latidos después, con un brillo de eterna consternación en la mirada, los dos
Ensartadores murieron.
Él
frenó tan rápidamente como su sistema de termorregulación le permitió, pasó
ante el asombrado Bandas, voló entre
Amanecer y Bebé y lanzó varias fibras elásticas a los tres, capturándolos. Aceleró y
los remolcó en dirección a sus madres.
Viendo
el estupor del joven Navegante (las dos hembras estaban completamente
inconscientes), lo miró con aprecio y orgullo y magtió un saludo básico.
*
Bandas jamás
había visto un macho Navegante adulto.
Era la
criatura más poderosa e imponente que jamás habría podido imaginar, mucho más
que el Desgarrador que les atacó en la cueva.
Y, a
juzgar por sus cicatrices y su tamaño, ya había vivido muchísimas Grandes
Revoluciones.
*
Destello no
salía de su asombro. Tal fue su sorpresa que la furia que sentía, apenas unos
instantes antes, se diluyó completamente.
Aquel
Navegante adulto había aparecido de la nada, de repente. Un momento antes no
estaba y, de pronto, estaba allí.
No lo
había percibido de ninguna forma. Tan sólo vio una extraña distorsión de la luz
moviéndose tras los Ensartadores, como si fuese una enorme gota de agua
transparente y agitada, alterando la luz que venía de detrás del objeto.
De
pronto, la extraña y sutil distorsión desapareció y, en su lugar, estaba el
imponente macho.
Unos
latidos después, dos Ensartadores partidos por la mitad eran la consecuencia
inevitable de la aparición del viejo Navegante.
Nunca
había visto nada igual. Ni nadie le había comentado nada parecido. ¿Cómo había
logrado aquel viejo macho algo así? Una devastadora curiosidad la consumía.
Pero
la dejó de lado inmediatamente.
Pasado
el estupor inicial, los tres Ensartadores restantes, a menos de seis Cuerpos de
distancia, se lanzaron a por sus amigos, que eran remolcados por los filamentos
del macho.
Destello se
dirigió hacia ellos a toda velocidad, controlando su trayectoria, semioculta
por el gran volumen del Navegante desconocido.
Cuando
los Ensartadores estaban a punto de atrapar a Amanecer y los demás, Destello
apareció, siguiendo la curvatura del lomo del macho.
Los
depredadores, casi sin tiempo para reaccionar, vieron como la joven Navegante
armada se les echaba encima, con la furia de un meteorito.
A
apenas medio Cuerpo de distancia, Destello
lanzó tantos filamentos adhesivos como pudo, por las dos glándulas. Los
delanteros fueron a parar a los tentáculos y los ojos de los carnívoros,
atándolos y cegándolos momentáneamente.
Los
traseros, formando un abanico a su cola, eran para apresarlos cuando pasase
entre ellos. Así, si alguno sobrevivía, tendría tiempo de dar la vuelta y
volver a atacar.
Rápida
como el rayo, la joven pasó entre los tres Ensartadores estupefactos, con los
filos de las cuatro largas aletras traseras extendidos formando una cruz letal.
Los
peligrosos bordes de sus aletas impactaron en los dos carnívoros de los
costados, ocasionándoles un profundo y largo corte a cada uno. Las aletas de Destello no eran ni la cuarta parte de
grandes y pesadas que las del gran macho, ni sus filos tan temibles como los de
aquél.
Pero
dañaron lo suficiente a los dos depredadores para que magtieran de dolor y furia
con toda su alma.
Inmediatamente
después, los filamentos que la joven arrastraba tras de sí los atraparon a los
tres, enredándolos e inmovilizándolos provisionalmente.
Cortó
las hebras, para no sufrir un catastrófico frenado y giró con toda su pericia,
tratando de mantener la temperatura y la fuerza centrífuga dentro de límites
soportables.
*
El
Ensartador que se había salvado de las terribles heridas sangrantes que habían
sufrido sus compañeros, al verse solo y atrapado por los filamentos, magtió
silbidos de furia.
Empezó
a debatirse y, gracias a sus tentáculos, se deshizo rápidamente de su prisión
de hilo.
Valoró
sus opciones. Se había quedado solo, rodeado por tres Ensartadores malheridos,
sus dos compañeros y aquél al que la pequeña Navegante había atacado antes.
La
hembra dominante y otros tres machos se dirigían hacia allí a toda velocidad.
Tardarían muy poco en llegar hasta él.
El
gran macho estaba ocupado alejando a los jóvenes heridos, por lo que no suponía amenaza alguna. La extraña hembra armada que los había atacado estaba lejos,
dando la vuelta para volver a la carga.
Y el
resto de la jauría estaba ocupada acosando a otras presas en la gran manada
orbital.
Sólo tenía
que aguantar un poco, mantenerse a prudente distancia y alerta, hasta que el
grupo de la hembra dominante llegase.
Pero
la gran herida del lomo de Amanecer,
con la cálida y sabrosa carne expuesta y aquel embriagador aroma, eran una
tentación mayor de lo que podía resistir.
Decidió
que merecía la pena el riesgo. El Navegante adulto no podía defender a la cría
que remolcaba, y la joven hembra armada estaba bastante lejos para suponer una
amenaza.
Aceleró
rápidamente y se acercó a Amanecer.
El olor de la sangre y la carne fresca, tan expuesta e invitadora, hicieron que
olvidase toda precaución. Saliveando de placer, se abatió sobre el cuerpo
inerte de la joven Navegante y se posó sobre la gran herida.
Amanecer, al
sentir el doloroso y ardiente contacto, se agitó en su inconsciencia, magtiendo
débilmente.
El
Ensartador se disponía a dar una profunda dentellada a la carne cuando tuvo una
idea mejor. Arrastrándose sobre el cuerpo de su víctima con los tentáculos,
mordió las hebras de hilo, cortándolas una a una.
Sería
más fácil y rápido devorarla si estaba a su merced que si seguía siendo
remolcada por el gran macho.
*
Bandas,
aturdido por el dolor extremo de sus propulsores abrasados, vio al Ensartador
en el momento en que éste se posó sobre el lomo de su amiga.
Horrorizado,
comprendió que aquel no iba a entretenerse en torturar a su víctima como el
otro, sino que comería tanto y tan rápidamente como pudiese.
En
unos latidos, Amanecer estaría
muerta.
Magtió
desesperado, tratando de cargar contra la repugnante criatura. Pero el
Ensartador, en lugar de dedicarse a devorar a su amiga, se arrastró hasta las
hebras y las fue cortando una a una, a mordiscos.
El
gran macho vio lo que sucedía pero no podía hacer nada desde allí. Había
cometido un error imperdonable. En lugar de arrastrar a los jóvenes, debería haber
dado la vuelta y protegerlos.
Se
maldijo a sí mismo por su estupidez. Angustiado, trató de encontrar una forma
de proteger a los cachorros.
El
Ensartador seguía mordiendo hebras.
Si las
soltaba todas, no habría ninguna esperanza para Amanecer.
Y Bandas, una vez más, cargó de
combustible sus destrozados propulsores.
*
Destello,
horrorizada por lo que estaba a punto de pasarle a su amiga, acabó de girar y,
ciega de ira, forzó a su organismo más allá del límite, magtiendo de dolor por
el esfuerzo.
Sus
impulsores de Ensartadora, sobrealimentados, la propulsaron a una velocidad
extraordinaria. Volaba tan rápido que las minúsculas motas de polvo espacial,
que flotaban por doquier, impactaban contra su piel, provocándole finísimos y
molestos aguijonazos. No perforaban su armadura, pero podía sentirlos
perfectamente.
Sin
embargo, no hizo el menor caso. Su objetivo era el Ensartador. Debía acabar con
él antes de que él acabase con Amanecer.
Apenas
disponía de unos Latidos para conseguirlo y aún estaba bastante lejos.
*
Usó la
impulsión electromagnética de sus aletas para apartarse de Amanecer. Así conseguiría más espacio para acelerar. Giró su cuerpo
hasta colocarse en perpendicular al desprevenido Ensartador, con los colmillos
apuntando directamente hacia el centro de su cuerpo.
Y,
encogiéndose de aprensión ante el tormento que sabía que iba a sufrir, encendió
sus propulsores y, magtiendo desesperadamente de dolor, salió propulsado hacia
delante.
En ese
mismo momento, el Ensartador cortó la última hebra, dejando a Amanecer libre del Navegante.
Por
fin era suya. Impaciente y excitado hasta el paroxismo, se irguió para arrastrarse
hasta la herida y devorar a la joven a placer.
En
aquel mismo momento, Bandas entró en
su campo de visión, volando hacia él a gran velocidad.
Ágilmente,
el Ensartador se apartó de los peligrosos colmillos del joven. Pero no fue lo
suficientemente rápido. Las armas de Bandas
perforaron su piel justo en el nacimiento de los tentáculos. Los agudos
colmillos penetraron en toda su longitud, atravesando la cavidad bucal y la
garganta, y asomaron por el otro lado.
El
carnívoro soltó a Amanecer,
magtiendo de dolor y tratando de apartar a Bandas
de su costado.
Contra
más se debatía más le dolían los colmillos clavados en su carne. El dolor y la
impotencia lo enfurecieron de tal forma que, dando un violento bandazo, se
libró de Bandas.
Miró
al Navegante con una ferocidad sin límites. La sangre que manaba de su horrible
boca se congelaba instantáneamente, llenándola de trozos afilados de hielo, que
se evaporaban de pronto en cuanto los tocaba la luz.
Desplegó
los tentáculos, magtiendo bestialmente y se abalanzó sobre Bandas, dispuesto a hacerle pagar su osadía.
El
joven se encogió, sabiéndose perdido.
Y
entonces, el Ensartador, golpeado brutalmente por un objeto rapidísimo, salió
despedido en dirección al macho adulto. Un nuevo agujero sangrante y una enorme
magulladura aparecieron en su costado.
Frente
a Bandas, completamente aturdida por
el encontronazo, pero en buen estado físico, flotaba lentamente Destello.
El
gran Navegante, viendo una oportunidad perfecta, esperó hasta que el Ensartador
malherido impactó contra su cola. Rápidamente le lanzó varios filamentos,
atrapando al carnívoro.
Sin
piedad y sin ningún remordimiento, el Navegante encendió sus propulsores al
máximo, orientándolos hacia la desdichada criatura. Un parpadeo antes de que
el chorro abrasador acabara con su vida, pudo ver en sus ojos una infinita
desesperación.
“La misma que vosotros habéis provocado en estos jóvenes…”,
pensó con frialdad.
Pero
aún quedaban cuatro Ensartadores, que se dirigían hacia ellos a toda velocidad.
Los cuatro cachorros no estaban para más heroicidades. Así que soltó las hebras
con las que remolcaba a Bandas y Bebé, dejándolos al cuidado de Destello.
Se colocó
de frente a los cazadores que se acercaban, forzó la energía en su cuerpo y
magtió una potente señal de desafío, a la vez que hacía brillar todos sus
órganos luminosos. Intensificó su campo magnético y movió sus aletas. Los
temibles filos despidieron brillos letales.
El efecto
era realmente imponente.
Bandas y Destello, vivamente impresionados, se quedaron absortos viendo la
demostración de poder del viejo macho.
Los
Ensartadores debieron pensar lo mismo, pues disminuyeron rápidamente su
velocidad y se mantuvieron a distancia, valorando la situación.
La hembra
dominante, profundamente irritada por el giro de los acontecimientos, sopesó
las consecuencias de su siguiente decisión.
Aunque los
cuatro jóvenes no estaban en condiciones de luchar o escapar (excepto, quizá,
la extraña hembra), y sus madres aún estaban lejos, la imponente presencia del
macho adulto, su súbita aparición, los cuatro cadáveres de sus compañeros y el
otro Ensartador malherido la mantenían indecisa.
Los
jóvenes eran presas fáciles. Muy fáciles. Pero, el macho no cejaría en su
empeño de protegerles.
Empezó a
trazar un plan. Si sus tres compañeros podían mantener ocupado al viejo
Navegante, ella podría arrastrar a la hembra herida lejos de allí. También
podía llamar a más Ensartadores, de los que estaban cazando en la manada. Por
sus señales, supo que ya habían logrado abatir algunas presas.
Pero su
jauría era numerosa y necesitaban mucha comida. Habían sufrido grandes pérdidas
tratando de cazar a aquellos Navegantes y no era cuestión de dejarlos escapar,
después de tanta energía invertida en ello.
Comunicó
sus intenciones a sus tres compañeros y empezaron a acercarse lentamente,
abriéndose en abanico.
En los
ojos de los cuatro brillaba una sed de venganza poco común.
Él se
estremeció levemente. Sabía que sus contrincantes preparaban algo. Y, de hecho,
sabía exactamente qué era. Igual que sabía que, si bien aquellos bichos no eran
rivales para él, que jamás podrían cazarlo, bastaba con que lo entretuviesen
para que uno de los cachorros fuese víctima de su ansia devoradora.
Destello, consciente también de la
situación, empujó a Amanecer hasta
situarla detrás del viejo macho, entre Bebé
y Bandas. Después aún aturdida y
dolorida por el impacto contra el Ensartador, se colocó al lado del enorme
Navegante y concentró también toda su energía.
El
estallido de potencia que la pequeña liberó, junto a la fuerza de su magtido de
desafío, sorprendió al macho, a los Ensartadores y a todas las criaturas en las
cercanías.
Y, en aquel
mismo momento, aparecieron dos Grupos de machos adultos, en formación de
ataque, por detrás de la luna oceánica, a la que habían llegado a toda velocidad siguiendo una trayectoria hiperbólica casi desde la cara opuesta del planeta gigante. El prematuro Despegue había pillado a las patrullas por sorpresa, y habían venido tan rápido como empezaron a recibir señales de alerta.
La hembra
dominante, decidiendo que aquella cacería ya no merecía la pena, dio la vuelta
y se alejó de allí. El resto de Ensartadores de la jauría, arrastrando a varias
presas con ellos, también se marcharon antes de que la patrulla de Navegantes
llegase hasta ellos.
La última
mirada que la Ensartadora les lanzó, cargada de furia y odio, hizo que Destello se estremeciese.
*
Les costó
un buen rato reunirse con sus madres. Las miradas de estas, cargadas de estrés
y preocupación por ellos, y de infinita gratitud hacia el viejo macho,
reflejaban todo el padecimiento y el alivio que sentían.
El lomo de
Amanecer presentaba una horrible
herida. El Ensartador había arrancado varios pedazos de la armadura, debilitada
por el Despegue. La musculatura del lomo presentaba enormes erosiones. La
maldita bestia había arrancado bastantes pedazos, dejando tejidos destrozados y carne hecha jirones. El dolor que la pobrecilla debía sentir tenía que ser atroz.
Río, con infinita tristeza y con todo
su cariño, roció la enorme herida con la glándula frontal. Pero no fue con
hilo, sino con un líquido espumoso especial que producían sus organismos, que
servía para proteger las heridas hasta que cicatrizasen. También aceleraba el
proceso de curación y actuaba como analgésico.
Los
destrozados propulsores de Bandas,
no obstante, tras la detonación y los siguientes encendidos para proteger a sus
amigas, estaban tan dañados que nadie creía que pudiesen curarse por completo
algún día.
Bondadosa, infinitamente orgullosa del
valor y el arrojo de su hijo, también los roció con la mezcla curativa. Pero
aquella herida era mucho más difícil de curar y mucho más dolorosa que la
horrible laceración de Amanecer.
Y Coral, vivamente impresionada por la
contundente e inesperada reacción protectora de Bebé, también curó la destrozada armadura frontal de la pequeña.
Destello, mucho más resistente que
ellos, a pesar de haber aligerado su coraza para el Despegue, no presentaba el
menor daño. Estaba magullada, algo aturdida y bastante dolorida, pero eso era
todo.
Luchadora la miró con un orgullo que no
le cabía en el corazón. Su hija era más rápida que un Ensartador, más ágil que
cualquier Navegante, más resistente que un Caparazón y tan poderosa (a pesar de
contar tan sólo tres Grandes Revoluciones de edad) como un Navegante adulto.
Siempre
había sabido que la joven era extraordinaria. Lo había demostrado una y otra
vez allí abajo, en el mar. Pero sus capacidades en el espacio, en su auténtico
medio ambiente, eran asombrosas. Y tan sólo era una cría, un simple cachorro.
Cuando fuese adulta, sería la Navegante más poderosa que habría existido jamás.
*
La gran
manada se puso en marcha pocos Ciclos después. La familia la siguió, escoltada
por el gran macho, que se quedó con ellos, y Destello. Mientras se recuperaban de sus heridas, Amanecer, Bandas y Bebé se dejaban
arrastrar por las Navegantes adultas, remolcados por haces de filamentos.
Los
pequeños Caparazones los acompañaban, dándoles ánimos, y sus madres cerraban la
comitiva.
Destello
repasó mentalmente los acontecimientos recientes. Era muy curioso. La
vida parecía ser así. Periodos más o menos largos de tranquilidad, de
felicidad, de disfrute de la vida... y, de pronto, carreras, horror,
lucha, muerte. Nunca se sabía qué podía torcerse.
Sin
embargo, había algo extraño en todo aquello. Tanto en el océano como
allí, en el espacio, los depredadores se comportaban de una forma
insólitamente hostil, cruel y agresiva. Por lo que explicaban las
adultas, era algo completamente nuevo. Los cazadores siempre habían
cazado en grupo, atacaban, cobraban una presa si podían y se retiraban.
Era parte del Ciclo de la Vida. Pero aquella ánsia, aquella insistencia,
aquella crueldad y odio... Si un predador era herido, se retiraba de la
lucha, no seguía tratando de matar a cualquier precio, jugándose
incluso la vida.
Allí había un misterio que no comprendía. Un misterio que obligaba a todos a mantenerse permanentemente alerta y preparados.
Alejó aquellos pensamientos de su mente. Por el momento, no tenía ninguna respuesta. Así que se centró en el enorme macho.
El
Navegante y Destello volaban juntos,
atentos a todo. Ella se moría de curiosidad por conocer el método que había
usado para hacerse casi invisible. Y a él le fascinaban sus órganos impulsores
y la forma tan compleja que tenía la familia de comunicarse.
Pero ellos
dos sólo podían transmitirse mensajes básicos. Él tardaría bastante en aprender
aquel lenguaje, así que Destello se
armó de paciencia. Trató por todos los medios que él le explicara cómo lo había
hecho para ser indetectable, pero no la comprendía.
Era algo
tan extraño, tan poco habitual en la especie, que no existía transmisión o
señal o mensaje que lo representase. Con el lenguaje de su familia no había
ningún problema para explicar cosas nuevas. Pero con la forma de comunicación
básica normal, era prácticamente imposible.
Tras una
larga navegación, la manada llegó a los bordes del vasto anillo interior. Los
millones de fragmentos de hielo y roca flotaban ante ellos, invitadores.
Todos se
pusieron a asimilar minerales y compuestos de aquella inagotable reserva de
alimento, con lo cual el proceso de curación de Amanecer, Bebé y Bandas,
se aceleró.
Destello, por primera vez en su vida,
se alimentó de una roca orbital. Y le encantó la sensación.
“Pronto me podrás explicar cómo lo hiciste para volverte
invisible… y, entonces, yo también podré hacerlo”, pensó, mirando al
viejo macho con avidez.
Luego,
mientras asimilaba un pedazo de hielo, pensó en qué nombre le iría bien a aquel
soberbio ejemplar.
Una enorme
tormenta tenía lugar en aquel momento en la alta atmósfera del planeta gigante,
justo en el terminador. Gigantescos rayos azulados cruzaban las capas de nubes
multicolores, transportando enormes cantidades de energía de un punto a otro.
Pletórica,
disfrutando del fascinante espectáculo que se exhibía ante ella, sintió la
profunda e irresistible llamada de su medio ambiente natural.
La llamada del Espacio.
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