jueves, 30 de agosto de 2012

Capítulo Diecinueve: FURIA INFINITA.



          Rendidas tras la larga lucha, agotadas física y mentalmente por la enorme tensión acumulada, se pusieron en camino hacia donde les esperaban los demás. Les dolía todo el cuerpo, sobre todo a Río y Destello. Así que no estaban para más desafíos.

En menos de un Ciclo habían sufrido un cataclismo oceánico, habían sido golpeados por varias olas gigantes, dos de ellas habían peleado contra una manada de Masticadores y, como si todo ello no fuese suficiente, habían soportado el ataque más horrible que ninguna recordaba. Ni siquiera los Ensartadores habían logrado, nunca, aterrorizarlas como lo habían hecho los Desgarradores.

Avanzaron en silencio, sin transmitir nada. Estaban tan cansadas que no tenían ni fuerzas para comunicarse. Nadaban en la superficie, donde era más fácil avanzar que bajo el agua.

Río y Coral iban delante, apoyándose la una en la otra. La pobre Río estaba tan magullada por el ataque de la Desgarradora que apenas podía mover las extremidades izquierdas. Por suerte, la oportuna intervención de Coral le había salvado la vida. Unos latidos más tarde y la bestia habría destrozado su coraza y la habría devorado. Su amiga la ayudaba a avanzar, empujándola suavemente por el costado.

Detrás de ellas nadaban Luchadora y el Aullador, con Destello protegida en medio de los dos. Tras los últimos acontecimientos, la joven estaba totalmente extenuada. Pero en su mirada brillaba una felicidad sin límites. Acababa de pasar de la más infinita tristeza a la más desbordante alegría; de tener que dejar atrás a su madre y a sus amigos para que muriesen horriblemente, a lograr salvarlos a todos. No podía pedir nada más.

Como estaba en medio, veía a su madre y al Aullador a la vez. El enorme ojo de su madre reflejaba su imagen nadando en el agua, a pesar de la creciente oscuridad. Le gustó verse. El color de su piel, la textura, la forma de su cuerpo… se sintió bonita.

Por su parte, el pequeño ojo del Aullador brillaba de satisfacción. En su mirada pudo adivinar amistad, admiración y gratitud.

De repente, el Aullador se puso tenso. Destello supo que estaba profundamente alarmado. Algo pasaba.

Apenas un latido después conoció la horrible respuesta.

Con un rugido feroz que le puso los nervios de punta, el enorme Desgarrador macho se echó encima de su amigo.

Las terribles mandíbulas se cerraron sobre su cola. El terrorífico mordisco partió los huesos de su víctima. El Aullador emitió un larguísimo chillido de dolor, tan agudo y tan desesperado, que a Destello se le retorció el corazón de angustia.

Pero el Desgarrador no acabó su ataque. En lugar de sacudir el cuello para arrancarle el enorme bocado, lo soltó.

Inmediatamente, aprovechando el horror que acababa de causar, se tiró sobre Luchadora a la velocidad del rayo. Su madre no pudo reaccionar. El cansancio, la sorpresa y el miedo la tenían paralizada. Tan solo tuvo tiempo de plegar las aletas con fuerza.

Atrapó a la Navegante justo en el centro de su cuerpo. La presión de su mandíbula inferior aplastó las dos aletas centrales, al tiempo que los dientes de la superior arañaron profundamente la coraza.

Luchadora magtinó aterrorizada.

El Desgarrador clavó su mirada en Destello, sin soltar a su madre.

La joven, en una fracción de latido, adivinó sus intenciones.

No iba a por el Aullador…

No iba a por mamá…

Su objetivo era ella.

El monstruo sabía que estaba indefensa y que era incapaz de huir.

Y, por eso, iba a hacer algo horroroso… iba a devorar a su madre ante sus ojos. Después iría a por ella. Una inmensa satisfacción brilló en los ojos de la repugnante bestia.

Destello, paralizada de terror, vio cómo el Desgarrador empezó a sacudir violentamente todo el cuerpo, tratando de arrancar el enorme pedazo que había mordido.

En unos instantes la coraza de mamá se quebraría y el monstruo devoraría su carne. Su sangre. Su corazón.

El tiempo se detuvo para ella.

El ojo de su madre se encontró con el suyo.

Horror, impotencia y desesperación absolutos.

Eso era todo.

De entre las mandíbulas del monstruo empezó a manar sangre dorada. La coraza estaba llegando a su límite.

Era el fin de mamá.

En un avasallador estallido de ira ciega y desesperación asoladora, la conciencia de Destello desapareció abruptamente.

*

Debido al dolor de su herida, Bandas no se había reunido aún con el grupo de los Caparazones. Decidió esperar un poco allí, hasta que llegasen Destello y los demás.

A un Cuerpo de su posición vio acercarse a Río, que parecía lesionada, con Coral ayudándola. Destello, Luchadora y un Aullador venían detrás, a un par de Cuerpos de distancia de ellas.

Estaba mirando en la frecuencia de la luz térmica, porque no había suficiente claridad para verlos normalmente. Era muy oscuro y el agua estaba bastante turbia.

Se puso en movimiento con precaución. Si aceleraba mucho, el desgarrón de su lomo se movía y le causaba un agudo dolor.

Se cruzó con las dos primeras Navegantes y las felicitó por su coraje. Y ellas hicieron lo mismo.

De pronto, se quedó inmóvil.

Algo se movía tras sus amigas, allí atrás. Algo enorme. Pero el agua se comportaba de forma extraña a su alrededor. Aparecía… distorsionada.

Aguzó sus sentidos. Adivinó instantáneamente qué era aquello.

El horror lo paralizó.

El Desgarrador macho. Estaba usando su capacidad generadora de electricidad para alterar el agua en torno a él. Y sus amigas, agotadas como estaban, no lo habían percibido. El Aullador fue el único que captó la presencia del monstruo. Pero fue demasiado tarde.

Bandas, aterrorizado e impotente, ni tan siquiera pudo reaccionar. No pudo ni enviar una señal de alerta. El Desgarrador, a la velocidad del relámpago, atacó al Aullador y le propinó una terrorífica dentellada. Y, apenas un parpadeo después, atacó a Luchadora de una forma tan salvaje que estremeció el alma del joven.

Entonces Bandas presenció algo que no olvidaría durante el resto de su larga vida.

Algo que iba más allá de cualquier imaginación.

Y, en una grieta perdida en la parte del cañón que descansaba en las profundidades, un extraño artefacto empezó a emitir una señal insistente y perentoria.

*

Oscuridad.

Eso era todo.

No había dolor. Ni sensaciones. Ni emociones.

Nada.

Sólo una densa y opresiva oscuridad.

Y, de repente, un destello.

Algo luchaba por salir de aquel pozo de tinieblas.

Algo vivo se aferraba a la existencia con una fuerza irresistible.

Se sorprendió al reconocerse. La luz que peleaba contra la oscuridad era ella misma. Percatarse de eso hizo que el débil destello se transformase en un furioso torrente de conciencia que barrió implacable la negrura a su alrededor.

Las sensaciones regresaron instantáneamente. Y las emociones.

Y un dolor tan extremadamente intenso que arrasó su mente.

Totalmente incapaz de sustraerse a aquel atroz sufrimiento, magtió desesperada con toda su alma.

Sintió sus huesos partirse en pedazos, sus músculos agrietarse, sus tendones rajarse…

Pero había algo extraño…

Algo que no acababa de comprender. Su cerebro recibía señales indescifrables.

No. No era así.

Sus huesos no se estaban partiendo…

se estaban recomponiendo.

Su carne agrietada, sus heridas internas, sus tendones destrozados… su cuerpo se estaba curando a una velocidad inexplicable.

Debía estar loca. O muerta. O las dos cosas. Porque era imposible algo así. Era imposible sentir lo que estaba sintiendo.

Pero los desmesurados latigazos de dolor, que le arrancaban magtidos desesperados, bastaron para saber que estaba indiscutiblemente viva.

Y, entre la vorágine de dolor, unas imágenes extrañas. Unas criaturas que jamás había visto, que se desplazaban sobre dos patas inferiores y hacían cosas con las dos superiores. Unas criaturas tan extrañas en un entorno tan extraño que no podía comprender nada de lo que veía… y sentía. Curiosamente, estaba viendo todo como desde el interior de una de aquellos seres desconcertantes... pero sentía la otra conciencia allí, a su lado. Al parecer, uno de aquellos curiosos seres, muy grande, estaba maltratando a otro, más pequeño, con el que ella misma, en ese momento, sentía una afinidad especial. Otros dos miraban la escena. Con un destello, comprendió que la criatura agredida era su madre… o sea, la madre del ser que ella compartía en ese momento. Supo, de algún modo, que también era una cría, muy joven, mucho más infantil que ella. Y sufría infinitamente por la agresión a su madre. Una furia desbocada crecío en la mente de aquella cría y Destello podía compartirla. La furia sobrepasó cualquier límite, su anfitrión emitió unos sonidos extraños y terribles y, con una explosión de luz, la conexión se cortó.

Abrió los ojos, completamente desconcertada. No sabía ni dónde estaba.

Estaba oscuro. El aire enfriaba su lomo. Estaba en la superficie, flotando. Trató de mirar a su alrededor. Una gran masa a su izquierda expulsó un gran chorro de agua por su parte superior.

Era el Aullador. Estaba vivo. Pudo oler su sangre con toda claridad. Y sangre de Navegante, de varios.

A su derecha había otra gran forma ahusada. De ella provenía la mayor parte de sangre de Navegante que captaba. Era su madre.

Estaba inmóvil. Su corazón casi se detuvo al percatarse.

Y, un parpadeo después, con inmenso alivio, percibió energía en aquel cuerpo. No estaba muerta. Estaba inconsciente.

Reconoció a Bandas frente a ella. Y a todos los demás a su alrededor.

¿Qué había pasado con el Desgarrador? ¿Acaso lo había soñado? ¿Y con la criatura extraña cuya mente acababa de compartir? El recuerdo se desvanecía rápidamente.

El incontenible dolor la obligó de nuevo a magtir desesperadamente. Sus amigos sufrían por ella. Podía ver una infinita tristeza en sus ojos.

Y, de repente, el dolor empezó a disminuir. La horrible tortura se convirtió rápidamente en un moderado sufrimiento. Y éste, en una leve molestia.

No existen términos para expresar el inmenso alivio que inundó el alma de la joven Navegante.

*

El sol volvió a aparecer tras el planeta gigante. Sin embargo, su luz apenas llegó a la superficie de la luna oceánica. La inmensa nube de gases y cenizas volcánicas cubría casi todo el planeta, sumiéndolo en una permanente y enfermiza semioscuridad.

La superficie del agua estaba cubierta de un fino cieno de ceniza pulverizada. Ligeras piedras de diversos tamaños flotaban por doquier. El mar estaba casi inmóvil, agitado apenas por largas ondas perezosas. Parecía que aquella especie de barro grisáceo aplastase el agua y le robase el movimiento.

Para ellos, el altísimo y variado contenido de minerales de la ceniza era una bendición. Todo aquel alimento les permitió recuperarse rápidamente de todas sus heridas y padecimientos.

El Aullador era el que peor lo pasaba, porque el cieno se pegaba a su lomo y amenazaba con introducirse en su orificio respiratorio.

Pero Amanecer, Bandas y Bebé lo ayudaban, saltando fuera del agua para, al caer de nuevo, apartar momentáneamente el lodo. Así, el Aullador podía asomarse el instante que necesitaba para llenar de nuevo sus pulmones cuando se sumergía para alimentarse. El resto del tiempo lo pasaba flotando en la superficie, esperando con paciencia a que se soldasen los huesos de su cola. Por suerte, para capturar los minúsculos animalillos flotantes de los que se alimentaba, le bastaba con las cuatro aletas.

El problema era que, con todo aquel cieno flotante, su alimento escaseaba.

El grupo llevaba algunos Ciclos de viaje, alejándose de la inmensa columna volcánica que surgía del mar y se expandía por la atmósfera. Ya no la veían, pero el cielo seguía cubierto de ceniza.

Entre todos habían decidido ayudar al Aullador a encontrar a su familia. Después, viajarían hasta el lugar en que, desde hacía generaciones, se preparaban para la maniobra de despegue que los devolvería al espacio.

Sería una dura prueba para las crías. Las madres siempre esperaban hasta la tercera o cuarta Gran Revolución de edad de sus cachorros para afrontar el primer despegue. Y los mayores de ellos apenas contaban una Gran Revolución y media.

Pero el planeta, que siempre había sido un plácido refugio, se había vuelto incomprensiblemente peligroso. A la enorme erupción, que había cambiado media luna, se sumaba el inexplicable aumento de la agresividad, la astucia y el odio de los carnívoros del océano.

Algo extraño había pasado allí. Quizá había sido provocado por el gigantesco volcán. O por otras cosas que no comprendían. El motivo era lo de menos.

Lo importante era que los cazadores habían cambiado radicalmente. Antes bastaba con la presencia de una adulta para mantenerlos a raya, siempre se movían en solitario o en grupos reducidos y nunca se mezclaban entre ellos.

De pronto, sin motivo aparente, planeaban, emboscaban, formaban grandes partidas de caza mixtas, se dividían astutamente en grupos, atacaban a Navegantes adultos, peleaban con odio y sin importarles las pérdidas, se habían vuelto peligrosamente crueles…

Para colmo, aquellos cambios de conducta también habían afectado a los Desgarradores. Y, posiblemente, también a las Pegajosas. Aunque eran menos peligrosas que los otros, suponían una incómoda amenaza, sobre todo para sus hijos.

Por tanto, habían tomado la decisión de que, en cuanto se hubiesen repuesto del todo, se prepararían para despegar y marcharse de allí.

Con suerte, la próxima vez que volviesen las cosas habrían cambiado.

*

Desde que despertó notó que algo había cambiado en la actitud de los demás hacia ella.

Se esforzaban por ocultarlo, pero sabía que algo pasaba. Incluso mamá estaba algo diferente.

Al principio lo achacó al estrés del horror que habían vivido Ciclos atrás. No era algo que se olvidase fácilmente.

Sin embargo, después empezó a captar señales extrañas en el comportamiento de sus amigos. Aunque muy sutilmente, parecían evitarla. Veía admiración y gratitud infinitas en sus ojos cada vez que se comunicaban, cada vez que recordaban la Batalla de los Desgarradores.

Pero también captó incomprensibles y efímeros destellos de miedo cada vez que mencionaba a aquellas fieras. Incluso en su madre.

Los pequeños Caparazones, con los que tanto se había divertido y tantos juegos habían compartido, eran los más reacios a tratar con ella. Apenas se acercaba a ellos, se reunían cerca de sus madres. Ellas no la rechazaban, al contrario, pero veía en sus ojos una mezcla de lástima y precaución que no podía comprender.

Aquello la tenía completamente descolocada. No tenía la menor idea de qué podía haber causado un sentimiento así en sus amigos.

Nadie había querido explicarle aún cómo se habían salvado del último Desgarrador. Ella sólo recordaba a su madre a punto de morir en las fauces de la temible bestia. Lo siguiente era la horrible agonía que había experimentado mientras su cuerpo se recomponía. Cosa para la que tampoco tenía la menor explicación.

Necesitaba respuestas. Y ya se había hartado de preguntar y recibir evasivas. Su paciencia sobre aquel tema se estaba agotando.

Llevaban más de un Ciclo en una zona del mar poco profunda, salpicada de islas bajas de arena fina, vegetación frondosa y lagunas interiores conectadas con el océano por uno o varios canales. En aquel lugar, a gran distancia del supervolcán, el cielo estaba aceptablemente claro.

Amanecer y Bandas se habían ido a jugar a una de aquellas lagunas, con los pequeños Caparazones. Bebé no se separaba de Coral y Cuidadora. La pobrecilla estaba muy traumatizada por lo ocurrido en la cueva y por el peligro que su madre había corrido junto a Río. Aunque no podía evitar admirarla por haber derrotado ella sola a una bestia de las profundidades.

Bondadosa también temía por su hijo. Había hecho todo lo posible por ayudarle a curar su herida. Su corazón rebosaba de orgullo por el valor y el coraje demostrado por Bandas cuando se enfrentó al Desgarrador adolescente. Pero el joven no quería estar pegado a su madre temblando como una criatura asustada. Se había demostrado a sí mismo que podía defenderse, a él y a su familia. Así que seguía comportándose como siempre, jugando, explorando y disfrutando de la vida.

Al poco rato, Amanecer volvió con los pequeños Caparazones, que querían estar con sus madres. Bandas se había quedado rezagado en la laguna. Como no había peligro, pues el único acceso estaba vigilado por todo el grupo, el pequeño podía explorar el entorno tranquilamente.

Destello vio una oportunidad para conocer la verdad. Estaba completamente segura de que su amigo sabía qué había ocurrido.

Así que, sigilosamente, haciéndose la despistada, se metió en la laguna y buscó a Bandas.

Lo encontró enseguida, en una pequeña ensenada con el fondo de arena fina. El joven giró para salir de allí y se la encontró de golpe. Se sobresaltó. A veces, Destello se olvidaba de lo discretamente que podía llegar a nadar. Los demás se habían llevado varios sustos por ello (algunos a propósito). Se apresuró a disculparse.

No pasa nada (Tranquilidad)—emitió Bandas. Ya estoy acostumbrado (Diversión)
Te prometo que esta vez no era mi intención. No quería que los demás me preguntasen a dónde iba y luego me olvidé de hacerme notar (Ligera Turbación). Lo siento.
Vale.
Por cierto… ¿cómo está tu herida? (Curiosidad)
Pues… se va curando. Al menos, ya no se me levanta la piel cuando nado. No veas cómo duele eso (Aprensión)
Me lo puedo imaginar (Comprensión)—Hizo una pausa—. Oye… (Indecisión)
¿Sí? (Suspicacia, Expectación)

Destello se quedó callada un momento. Luego, hizo acopio de valor y lo soltó.

Mira… para ser sincera, no he venido aquí sólo para ver cómo te encuentras (Vacilación).
¿Entonces…? (Expectación)
Necesito saber qué ocurrió con el Desgarrador (Súplica). Nadie me quiere decir nada. Todos se callan y me miran. Incluso algunos me rehúyen discretamente (Incomprensión). Por favor, Bandas. Tú eres el único que no me mira raro (Aprecio). ¡En algunos he visto incluso un destello de miedo y no sé porqué! (Frustración, Exasperación)
Yo… yo no… (Vacilación)
Por favor… (Súplica desesperada). Necesito saber qué pasó…

Bandas cerró los ojos con fuerza. Hizo amago de ponerse en movimiento e irse, pero se detuvo. Al final, pareció decidir que su amiga merecía saber qué había pasado y por qué todos estaban raros con ella.

Está bien. Te lo contaré todo (Determinación).
¡Gracias! (Alivio, Expectación)
Pero te advierto que no te va a gustar lo que vas a saber. Allí pasó algo muy raro. Te pasó algo muy raro. Algo que nos asustó a todos más que el Desgarrador (Desasosiego).
No… no entiendo… (Desconcierto). ¿Tú también te asustaste?
Sí, en el momento sí (ligera Culpa). Pero después no pude por menos que admirarte. Fue increíble. Raro, incomprensible, aterrador… Pero increíble (Fascinación)
¿Co… cómo? (Estupefacción, Curiosidad)
A ver si te lo puedo explicar bien. No sé tantas palabras como tú y me cuesta expresar lo que quiero decir (leve Irritación)
No te preocupes. Haz lo que puedas (Expectación, ligera Impaciencia).
Bien… Yo vi al monstruo atacaros por sorpresa. Estabais tan agotados que no lo percibisteis. Además, no sé cómo, usaba su campo eléctrico para camuflarse (leve Admiración). Me quedé paralizado de miedo al ver que no podíais hacer nada para defenderos y yo tampoco podía ayudaros (Impotencia, Irritación).
Cuando le dio aquel mordisco al Aullador pensé que lo iba a destrozar allí mismo (Pena). Pero, cuando vi que lo soltaba y atacaba a tu madre, me di cuenta de qué pretendía (Desazón): iba a por ti. Te quería a ti (Miedo)
Lo sé… yo también lo vi… (Temor, Congoja)
La bestia esa atacó a tu madre tan salvajemente que me llenó de terror. Estaba tan asustado que ni me podía mover, ni emitir nada. Y tampoco podía apartar la mirada de lo que sucedía (Consternación).
Cuando ya estaba a punto de arrancarle el costado, tú magtiste de dolor y furia con tanta fuerza que hasta el agua se agitó (Admiración). Estiraste las aletas al máximo, te quedaste rígida y todo tu cuerpo empezó a brillar, cada vez más fuerte. Emitías tanta luz que iluminaste todo a tu alrededor (Sorpresa).
“El Desgarrador dejó de agitarse y cerró los ojos. La luminosidad le molestaba. Creo que su piel empezó a quemarse, pero pareció no darse cuenta. Debió pensar que la luz era algún tipo de truco para que soltase a tu madre, así que, en vez de eso, apretó todavía más, haciéndola magtir de dolor (Angustia).
“Y entonces, ocurrió… (Estupor)
¿El qué? (Impaciencia, Curiosidad)
No sé explicarlo bien. Fue como… como si la luz que emitías se moviese hacia ti… Es difícil describirlo. La luz, en vez de alejarse de tu cuerpo, se curvaba y volvía a ti, cada vez más rápido, cada vez más concentrada (Extrañeza).
“Se formó una bola centelleante de luz a tu alrededor, cada vez más pequeña... pude oír una especie de vibración grave de tono ascendente que se hacía más fuerte contra más pequeña era la esfera de luz (Fascinación).
“Entonces, la luz desapareció de golpe. El sonido se acalló y la esfera luminosa se esfumó (Incomprensión).
“Tres latidos después, emitiste la mayor onda de energía concentrada que ninguno hemos sentido en toda nuestra vida. Formó un grueso rayo de luz blanca cegadora, que partió desde tu morro e impactó de lleno contra el Desgarrador (Incredulidad).
“No sé que era. No sé cómo lo hiciste o de dónde sacaste la energía… Pero el monstruo estalló en mil pedazos. La onda de choque fue tan intensa que desplazó a tu madre y, a pesar de la distancia, me golpeó a mí y todo. (Desconcierto, Admiración).

Destello estaba tan estupefacta que ni siquiera pudo emitir nada.

Sólo te puedo decir dos cosas seguras: en primer lugar, aquella energía no era electromagnética. Te parecerá extraño, pero lo que fuese que usaste lo pude vibsar (Incomprensión)
Que… que lo… ¿vibsaste? (Confusión absoluta)
Sí. No se parecía a nada que haya percibido antes. Fue mamá quien me lo explicó (Curiosidad).
Pero… pero se supone que en un planeta no se puede vibsar nada. Eso sólo ocurre en el espacio, y es sólo para… (Estupor, Incredulidad).
Ya lo sé. Pero te prometo que fue así.
¿Y por eso me tienen miedo y me evitan todos? (Contrariedad)
No. Por eso no. Es por la increíble potencia del extraño rayo que salió de ti, por la inmensa cantidad de energía que se formó a tu alrededor, y por… (Vacilación)
¿Por? (Expectación)
Y por… por lo que emitiste. No paraste de magtir y transmitir una emoción. Una sola. Continua. Clarísima. Dolorosa… Aterradora (Aprensión).
Qué… ¿qué era…? (Miedo)

Bandas se encogió. Recordar la abrumadora intensidad de aquella emoción que había llenado de pánico su alma lo hizo vacilar. Todos pudieron sentirla. Y todos se estremecieron de dolor y miedo.

Bandas… ¿qué emití? ¿Qué salió de mí? (Súplica)

El joven sabía que Destello había perdido la conciencia justo antes de empezar a brillar. Lo había notado por sus transmisiones. Primero magtía de angustia e impotencia al ver a su madre en las fauces del monstruo. De repente se quedó en silencio. Y luego magtió de nuevo, pero de una forma tan desmesurada, tan descontrolada y tan profunda que su mente no podía estar allí. Aquella no era su amiga. Era otra cosa, una fuerza abrumadora e indomable que provenía de la parte inconsciente de su alma, de sus profundidades más básicas y primitivas.

A pesar de ello, de saber que aquello no formaba parte de la Destello que él conocía, no podía evitar sentir temor al recordarlo. La violencia y  la intensidad de la emoción destilada por la joven se habían grabado a fuego en su corazón. Sin embargo, sentía una absoluta fascinación por el valor, el coraje y el inmenso poder oculto de su amiga.

Bandas (Ansiedad)

Él la miró intensamente.

Furia, Destello… Una infinita y destructiva Furia.

*

Furia, Destello… Una infinita y destructiva Furia.

Aquellas palabras de Bandas se habían grabado a fuego en la mente de la joven. No lograba olvidarlas ni un momento.

No podía comprender cómo era posible algo así.

Ciertamente, se había puesto furiosa en varias ocasiones, como lo ocurrido durante la Batalla de las Aulladoras, o cuando se negó a abandonar a los demás en la cueva.

Recordaba las emociones que sintió cuando el Desgarrador atrapó a su mamá… pero lo que Bandas describía iba mucho más allá.

Y luego estaba aquel asunto del rayo de luz… el rayo que se podía vibsar…

Por más vueltas que le daba, por más que se devanaba los sesos tratando de encontrarle una explicación, no lograba comprenderlo.

Hacía ya más de ocho Ciclos que había hablado con Bandas en la laguna. Desde entonces, se había mantenido algo apartada del grupo, sumida en sus propias cavilaciones, tratando de encontrar respuestas.

Pero lo único que había encontrado era un frustrante vacío.

*

La nube de ceniza avanzaba inexorablemente. Todos podían sentir que el supervolcán continuaba en erupción. Ninguno había visto nunca una erupción volcánica, pero les parecía que ésta estaba durando demasiado tiempo. ¿Cómo podía continuar aún, con la cantidad de energía y material que estaba expulsando?

De seguir así, la nube ocultaría todo el planeta.

En realidad, no les preocupaba demasiado. La ceniza no era un problema para ellos. No respiraban como el Aullador. El único inconveniente era que, con aquel manto opaco sobre ellos, no podrían usar la vista para calcular la delicada maniobra de despegue, una vez en el aire. Pero era una mera molestia, porque podían magtinar y sargrar con enorme precisión la posición de los dos planetas.

Destello seguía manteniéndose algo alejada del grupo. Las seis adultas iban en formación, con el Aullador y todas las crías en el centro. Sólo Bandas y Amanecer se mantenían en la periferia. Y Destello, claro.

Bandas, de vez en cuando, preocupado por su fascinante amiga, nadaba hacia ella y se mantenía un rato a su lado. No se decían nada, pero se entendían con la mirada. Él sabía de la lucha interna y de las dudas que la consumían, pero sólo podía prestarle su apoyo.

Luchadora, aunque respetaba la necesidad de estar sola de su hija, asistía impotente a la progresiva introversión de la pequeña. La traumática experiencia con los Desgarradores los había cambiado a todos. Decidió que la situación no podía continuar de aquella manera. Destello debía volver a ser la que era, debía volver a ser la alegre y maravillosa hija de antes de los Desgarradores.

Así pues, se separó del grupo y se dirigió resueltamente hacia la pequeña. Era el momento de hablar. El tiempo en soledad había acabado.

Destello la vio llegar. Se mantuvo a la espera, con sentimientos encontrados. Por un lado, la inmensa alegría de saber que su madre estaba viva. Por otro, la incertidumbre de qué pensaría ella tras lo sucedido con el último Desgarrador.

Tras la Batalla de las Aulladoras, Luchadora había tratado de encauzar el arrollador instinto salvaje de su hija, para que no volviese a emerger de ella aquella emoción siniestra y oscura. Durante algún tiempo lo logró, sin demasiados problemas. Se mantuvo fría y racional durante el cataclismo oceánico y durante la emboscada en el acantilado. Incluso contra los Desgarradores. No perdió los estribos en ninguna de aquellas ocasiones.

Pero el ataque del último monstruo había arrasado aquella frágil barrera mental de autocontrol… y había perdido la razón completamente, pulverizando cualquier límite.

Cuando su madre se puso a su lado, Destello no sabía si venía a reconfortarla o a regañarla.

Pero salió de dudas enseguida, en cuanto vio el brillo de sus ojos.

Hija… tengo que hablar contigoempezó a transmitir Luchadora.

*

Bandas no podía creer el cambio que había experimentado Destello en sólo dos Ciclos. Tras la larguísima charla con su madre, lejos del grupo, la joven había regresado con un brillo completamente distinto en la mirada.

¿Qué tienen las madres, que siempre saben qué decir para que te sientas bien?”, pensó, admirado.

Le encantó que Destello volviese a ser la de siempre… o casi. Comprendía perfectamente que aún le costaría un cierto tiempo recuperarse completamente de su abatimiento, pero había dado un paso de gigante en aquella dirección.

De todos modos, el joven Navegante, tenía otros intereses en mente.

Amanecer.

Desde su valiente enfrentamiento con el Desgarrador adolescente y su posterior victoria, Amanecer se mostraba mucho más atenta, cariñosa y cercana con él que de costumbre.

Parece que sí la impresioné, después de todo…, pensaba divertido y orgulloso de vez en cuando.

La terrible experiencia había hecho que todos los jóvenes madurasen un poco más de lo normal para su edad. Aunque sus cuerpos continuaban siendo infantiles, sus instintos se habían desarrollado considerablemente, especialmente los de mutuo cariño y protección.

Bandas miró hacia el grupo a su cola, con cierta preocupación.

La única que no lo llevaba nada bien era Bebé. El terror que había sentido en la cueva había sido tan profundo y atroz que aún no se había recuperado. Estaba profundamente traumatizada y no se separaba de Coral ni un instante. Si la adulta se alejaba, aunque sólo fuera un instante, la pequeña magtía aterrorizada y salía disparada hacia ella.

Bebé era bastante más pequeña que los otros tres jóvenes Navegantes, pero el ataque la había vuelto todavía más infantil.

Era una gran preocupación para la familia. Si no se recuperaba pronto, no podrían despegar… o tendrían que dejar a las dos, madre e hija, solas en el planeta, con Cuidadora.

Pero esta era mucho más inteligente y perseverante de lo que ninguno se esperaba. Poco a poco, entre Coral y ella, iban moldeando los miedos de la pequeña para hacerlos desaparecer.

En cuanto a todos los demás, no había mucho que decir. Río y la Caparazón atacada se habían recuperado casi por completo de sus heridas, los pequeños Caparazones no daban muestras de haber sufrido ningún trauma irreparable y el viejo Aullador, a pesar de lucir unas horribles cicatrices en casi toda la cola, ya navegaba con normalidad.

Destello se le acercó por la izquierda. Siempre le sorprendía la facilidad con que la joven se desplazaba por el agua.

¿Cómo te encuentras? (Interés)—preguntó él.
Mucho mejor ahora (Agradecimiento). Desde que hablé con mamá, me he quitado un gran peso de encima (Alivio). Pero sigo teniendo grandes dudas y mucha curiosidad por saber qué pasó allí (Frustración).
No vas a conseguir saber nada por mucho que te exprimas el cerebro: tú no estabas allí... quiero decir, tu conciencia (Comprensión). Olvídalo o, cuando menos, escóndelo. Lo importante es que sobrevivimos y ganamos a aquellos bichos (Orgullo).
Sí… eso mismo dice mamá… Pero no puedo evitar preguntarme cómo pudo pasar algo así, cómo pude destrozar a aquel monstruo (Estupor).
Bueno… (Indecisión). Supongo que, con tus capacidades, cuando viste a Luchadora en las fauces del Desgarrador, te volviste loca y perdiste el control… (Duda). A mí también me habría pasado… aunque no habría podido hacer lo que tú hiciste… creo (Admiración)
Quién sabe… (Cavilación)
Venga, va (Alegría). ¡Te echo una carrera! (Desafío). Pero sólo con las aletas, a puro músculo sin energía extra. ¿De acuerdo? (Expectación)
¡Está bien! ¡Prepárate para verme la cola! (Orgullo, Determinación, Diversión)
¡Eso habrá que verlo, amiga! (Fingido Desprecio) ¿Lista? ¡Vamos!

Los dos jóvenes, impulsándose poderosamente con las aletas, partieron a gran velocidad, dejando espumosas estelas tras de sí…

… y Destello adelantó a Bandas, aunque con bastante menos facilidad que de costumbre.

Su joven amigo era cada día más fuerte y rápido.

*

Había llegado el momento de decirle adiós.

Destello se colocó al lado de su enorme y viejo amigo, el Aullador. Rozó su piel contra la de él, en un gesto de intimidad y cariño. Todos los demás hicieron lo mismo.

El viejo macho pudo ver la inmensa gratitud y amistad en los ojos de todos ellos, sobre todo en los de la pequeña y su madre. Y también la tristeza por su partida.

Acababan de encontrar a su manada, a su familia. Y él debía regresar con los suyos. Sus amigos espaciales se dirigían ahora hacia un lugar al que los Aulladores no iban nunca, por el peligro que representaba acercarse a la zona de despegue de aquellas criaturas y porque el alimento escaseaba allí.

Partían hacia el cielo a enormes velocidades, como había podido observar en diversas ocasiones, desde lejos. Siempre le había fascinado ver cómo unos seres tan grandes se elevaban en el aire hasta abandonar el planeta.

Su corazón se encogió momentáneamente de tristeza. Era un ejemplar muy viejo. Seguramente, aquella despedida sería definitiva. La próxima vez que sus amigos espaciales regresasen al mar, él seguramente ya estaría muerto.

Y ellos parecían saberlo, pues pudo ver en sus ojos el profundo pesar que los Navegantes y los Caparazones sentían.

Reacios a separase, el Aullador dirigió una última e intensa mirada a Destello y nadó hacia su familia. La vieja matriarca de la manada emitió un agudo silbido y la manada se puso en marcha, alejándose pausadamente en dirección al horizonte.

Los demás se pusieron en camino hacia los Anillos de Roca, casi a un cuarto de planeta de distancia.

De pronto, un potentísimo aullido colectivo, creado por cientos de gargantas, les golpeó.

Las Aulladoras los saludaban y les deseaban buena suerte.

Ellos forzaron sus órganos eléctricos y brillaron con fuerza, iluminando el agua oscura a su alrededor y disipando momentáneamente la semioscuridad provocada por el manto de ceniza que se cernía sobre el planeta.

Destello fue tristemente consciente que no volvería a ver nunca más a aquel viejo macho.

Pero, en cambio, un estimulante y desconocido futuro se abría ante ella. Cientos de sensaciones nuevas y miles de maravillas estaban esperándola allí fuera.

Y la primera de ellas era su primer despegue.