Estaban completamente paralizadas de terror. Aquel
enemigo superaba a cualquier otro al que se hubiesen enfrentado antes. La única
criatura conocida capaz de matar a un Navegante adulto en una lucha uno contra uno.
La parte racional de Destello se preguntó qué hacía allí aquel animal. Se estaba haciendo de noche,
pero aún había claridad, y en el Refugio no aparecían más que excepcionalmente. Quizá
el terrible maremoto submarino lo había lanzado contra la meseta, obligándolo a
ascender y a arriesgarse con la luz. La pequeña sabía, por lo que las adultas
le habían explicado, que la piel de los Desgarradores era muy sensible a la
luminosidad, pudiendo incluso llegar a sufrir heridas de consideración.
Pero
el agua todavía estaba turbia a aquella profundidad y la luz era bastante
tenue. Luminosidad suficiente para que sus sensibles retinas viesen con
claridad; pero al parecer, lo suficientemente escasa como para no dañar al Desgarrador.
La
pequeña empezó a sobreponerse al profundo pánico que atenazaba su alma. Las
transmisiones aterrorizadas de sus amigos dentro de la cueva se volvían cada
vez más angustiosas. Los Navegantes y los Caparazones estaban amontonados en el
fondo de la gruta, tratando desesperadamente de escapar a las gigantescas y
crueles mandíbulas que trataban de atraparlos. El animal poseía una coraza
córnea de extraordinaria dureza que recubría la mitad delantera de su cuerpo.
Cada vez que arremetía y se sacudía contra la entrada de la cueva, sus gruesas
y abrasivas escamas arrancaban trozos de piedra, ensanchando la boca de la
gruta y acercándose lenta pero inexorablemente a sus aterrorizadas presas. De
todos los allí refugiados, sólo Bandas
disponía de algún tipo de arma, pues era el único que poseía filos en sus
aletas y unos colmillos todavía cortos. Pero era demasiado joven, el lugar
demasiado estrecho y el enemigo demasiado grande, poderoso, rápido y temible como para que el
pequeño pudiese enfrentarse a él. Si hubiese intentado cortar el hocico de su
atacante, habría perdido las aletas sin remedio. Y, seguramente, también la
vida. Además, las defensas energéticas de los Navegantes no podían hacer nada
contra el agresor, pues él también disponía de órganos eléctricos y era inmune
a las descargas. El Desgarrador lanzaba dentelladas a tal velocidad que sus
mandíbulas se veían borrosas.
Y los sonidos...
Eran horrorosos. A los tremendos chasquidos de
los dientes al entrechocar y los chirridos de su coraza contra la roca, se
sumaba un bronco gruñido continuo, grave y ansioso. Provenía de una vejiga,
formada por dos cámaras interconectadas llenas de gas, situada bajo la
garganta. Unos potentes músculos contraían alternativamente cada una de las
cámaras, haciendo que el gas pasase de una a otra. Al desplazarse, el gas hacía
vibrar fuertemente unas láminas elásticas de tejido, tensas en medio del
orificio que conectaba las dos partes. La vejiga actuaba de cámara de
resonancia, amplificando el grave sonido producido por las cuerdas vocales.
Las
dos hembras Caparazón se habían situado delante del aterrorizado grupo,
presentando sus lomos fuertemente acorazados hacia el cazador. Tras ellas
estaban las cuatro Navegantes adultas y detrás todas las crías, aprisionadas
entre las adultas y el fondo de roca de la cueva. Los pequeños magtían
aterrorizados mientras sus madres trataban de ponerlos a salvo. Luchadora y Río
intentaban convencer a las dos Caparazones de que se apartasen, que se
desplazasen hacia los lados para que no las atrapase el Desgarrador, cuyas
mandíbulas estaban a menos de una aleta de sus lomos. Pero ellas no se
movieron. Sus corazas eran mucho más gruesas y resistentes que las de las
Navegantes. No en vano soportaban directamente la fricción atmosférica de la
reentrada. El predador no podría atravesar sus defensas jamás. Pero lo que las
Navegantes temían no era que el Desgarrador destruyese la armadura de sus
amigas, sino que éstas, al ser más pequeñas, podían ser apresadas por las
temibles mandíbulas y arrastradas afuera, donde serían presa fácil, pues sus
vientres mucho más blandos quedarían desprotegidos.
Luchadora se preguntaba dónde estaban Cuidadora y Destello. Hacía
mucho tiempo que se habían marchado y no sabía nada de ellas. El corazón se le
encogió de angustia al pensar que podía haberles ocurrido algo malo. Su hija
era, junto con Bandas, la única de todos ellos que poseía armas. Y había
demostrado que eran realmente terribles y que sabía usarlas. Aunque una cosa
era enfrentarse a los Masticadores o, incluso, a los peligrosos Bocasierras, y
otra muy distinta desafiar a un rival tan formidable como un Desgarrador. En
una confrontación, las probabilidades de que un Navegante macho adulto venciese
a un enemigo de aquella categoría eran, más o menos, de la mitad. Y, aunque lo
lograse, seguramente sufriría heridas terribles.
Por tanto, aunque su hija
hubiese vuelto, no quería que se enfrentase a aquel contrincante. Sabía que la
pequeña era poderosa, pero aún era una cría. Debía tratar de comunicarse con
ella y decirle que se alejase de allí. Cuidadora podría ocuparse
perfectamente de Destello. Le enseñaría a despegar y, ya en el espacio,
el resto de la manada la acogería y la protegería. Sabía que tan sólo era
cuestión de tiempo que el Desgarrador los asesinase a todos. Y sabía que la
pequeña era más valerosa que racional, como había demostrado durante la batalla
de las Aulladoras. Seguro que se lanzaría contra el Desgarrador, con audacia y
determinación, y moriría de forma rápida y horrible. No podía permitirlo. Su
hija debía sobrevivir a cualquier precio. Era una criatura especial. No había
ningún otro Navegante como ella y, de algún modo que no lograba comprender, intuía que Destello
representaba el futuro de su especie. Debía contactar con ella a toda costa,
mientras aún estuviese a tiempo.
*
—
Hemos
de hacer algo. No podemos dejarles ahí, a merced de ese bicho inmundo
(Miedo, Impotencia) —Destello temblaba de rabia.
—¿Y
qué podemos hacer? No tenemos ninguna posibilidad contra él. Estamos solas
(Resignación) —emitió Cuidadora con desazón.
—Lo
que sea. Por estúpido e irreflexivo que parezca. No podemos quedarnos mirando
mientras los devora uno a uno.
—Pero
podemos irnos. Acéptalo. No podemos hacer nada. No somos rivales para ese
monstruo (Impotencia) Están
todos condenados. Y tu madre no querría que te sacrificases inútilmente. Te
quiere y es consciente de lo especial que eres (Compasión). Quiere que sobrevivas a
toda costa.
—
Recíbeme
atentamente: NO VOY A ABANDONARLOS (Aplastante Determinación)
—Sí,
Destello, nos vas a abandonar (Autoridad) Ahora mismo te vas a ir de aquí con Cuidadora y le
vas a hacer caso en todo lo que te diga. ¿Me comprendes, hija? A partir de ahora,
ella será tu madre. Ella te enseñará todo lo que te falta por aprender (Pesar)
—La repentina señal de Luchadora las pilló a las dos por sorpresa. Su
transmisión era clara, pero temblorosa por la emoción.
—Eso
no lo haré NUNCA (Orgullo).
—Cariño,
escucha a tu madre. Debemos irnos.
—Jamás
los abandonaré (Irritación).
—Hija,
por favor (Súplica)
No me hagas más difícil esto. Antes de morir, quiero saber que estás a salvo
(Esperanza).
—No
vas a morir. Ni tú ni nadie. No lo permitiré (Determinación) —Aleteó
levemente y empezó a abandonar el escondite. Cuidadora se interpuso.
—Por
favor, por favor. No vayas. No lo hagas. Escóndete cariño (Angustia).
—¡¡Destello!!
¡Vete, sálvate! (Pánico) No
vengas —emitió Río.
—Aléjate,
pequeña, vete con Cuidadora —le suplicó Bondadosa.
—Vete,
vete, no te preocupes por nosotros. Sálvate tú (Premura, Resignación)
—Eran Bandas, Amanecer y Bebé los que emitieron la
súplica.
—Pero
yo... yo no puedo dejaros morir así (Confusión, Miedo).
—Salvaos.
Cuidadora, llévatela lejos. Llévatela ya... Adiós hija. Te quiero (Infinito Amor)
—Vamos,
Destello. Debemos irnos. Ahora… (Complicidad, Tristeza).
La pequeña, invadida por una profunda tristeza,
dirigió una última mirada a la cueva y giró, alejándose en el mar cada vez más
oscuro, precedida por Cuidadora.
—De
acuerdo... (Resignación).
—Adiós,
hija (Orgullo, Entrega).
—Adiós...
mamá (Infinita Pena).
Se alejaron navegando tristemente. El dolor de la
pérdida era terrible. Toda la familia iba a desaparecer, ante la impotencia de
las dos fugitivas. Y si volvía al espacio, Cuidadora no podría seguirla.
Estaría sola para siempre.
¿Para qué servían entonces todas sus exóticas
capacidades? ¿Qué tenía ella de excepcional si ni siquiera podía ayudar a sus
amigos? ¿Sólo debía limitarse a contemplar impotente cómo perecía su madre, su
querida mamá? Entonces ella no era especial. No era nada.
Una horrible garra de tristeza e impotencia atenazó
su corazón. Incapaz de pensar, de actuar, se alejaba de su madre y de sus
amigos, empujada suavemente por Cuidadora.
En aquel momento, la pequeña tan sólo era un cascarón vacío, las aletas caídas, derrotada; una piel metálica
sin alma, sin mente, sin corazón, consumida por una pérdida que sabía que jamás
la abandonaría.
El vacío se la llevó.
La pared del acantilado ya era sólo era una informe
y nebulosa mancha oscura en el agua turbia cuando sucedió.
Una clarísima y multitudinaria transmisión de terror
llegó hasta ellas con una fuerza abrumadora.
Cuidadora cerró los ojos con fuerza, consciente de lo que acababa
de suceder. Destello tardó sólo un
instante más en comprenderlo.
El Desgarrador se había cobrado una víctima. Acababa
de atrapar a alguien. Acababa de atrapar a uno de sus amigos. O a mamá…
Mamá…
¿Y si había atrapado a mamá…?
“Morirá… Va a morir… mamá…”
Apareció un nuevo sentimiento arrollador en su
mente. No era tristeza. Ni resignación.
Era una determinación de tal magnitud que creyó que su cuerpo iba a estallar. Temblaba inconteniblemente.
Estiró las aletas, se detuvo en seco y giró sobre sí misma, apuntando
su hocico hacia el acantilado. Cuidadora
se dio cuenta de la maniobra de la pequeña.
—
¿Qué…
qué haces? Debemos irnos…
—No—transmitió
Destello con furia.
—Vámonos,
no te hagas más daño. Debemos alejarnos de aquí. Yo tampoco puedo soportar lo
que va a pasarles. Pero tu madre quiere que sobrevivas…
—Recíbeme
bien—Cuidadora se sobresaltó.
En aquella transmisión no había ni rastro de la Destello que ella conocía—. Mi
madre quiere que me salve porque me quiere y porque cree que soy especial. Pero si lo
que me hace especial no sirve para salvarla, entonces no sirve para nada. Y si
no sirve para nada, yo tampoco. Por tanto, no importa en absoluto lo que me
pase.
—Pero…
—Adiós,
amiga mía.
Abrió la boca y tragó gran cantidad de agua para
obtener combustible. Cuidadora sintió la misma determinación en la
pequeña que cuando atacó al grupo fugado de Bocasierras que acosaban a la
manada de Aulladoras, Ciclos atrás.
Sabía que nada ni nadie podría pararla en aquel
momento.
La comprendía perfectamente. Y quería ayudarla. Pero
no podía hacer nada. Estaba agotada y sus mutilaciones mermaban mucho sus capacidades.
Nunca se había sentido tan impotente.
Los
alargados impulsores magnéticos brillaron como soles cuando Destello los
activó.
Partió como
una exhalación, en rumbo directo hacia el Desgarrador.
*
Zarandeó violentamente a su presa, sin apartarse de
la entrada de la cueva. No quería que las demás se escapasen. La soltó y la
atrapó de nuevo, tratando de girarla y exponer su parte más vulnerable: el
vientre. No podía atravesar la gruesa armadura dorsal de su víctima. En uno de
aquellos cambios de posición consiguió darle la vuelta. Sus mandíbulas se
cerraron sobre la protección del vientre, mucho más débil que la del lomo, y
empezó a aplicar cada vez más presión. Era cuestión de momentos que las placas
cediesen y pudiese devorar sus entrañas.
Un rayo plateado pasó ante sus ojos y, simultáneamente, sintió un
fuerte y doloroso golpe en el hocico. Sus sentidos captaron una masa en
movimiento a su derecha, un poco por encima. Podía oír su potente corazón y
sentir los impulsos eléctricos que emitía su cuerpo. Al mirar hacia allí pudo
ver a su atacante, que se alejaba rápidamente. Se paró a una distancia
respetable y le mostró el flanco, invitadora. Su mente se llenó de júbilo. Otra
presa más, joven y nutritiva. Y muy lista. Lo estaba provocando para que se
alejase de la entrada de la cueva. Pero él no era estúpido. No iba a perder a
ninguna víctima. Las necesitaba a todas. Hacía demasiado tiempo que se
alimentaba de pequeños crustáceos y carroñas diversas, sin disfrutar del placer
y la emoción de la caza. Era uno de los ejemplares más grandes y veteranos de
su especie; no se iba a dejar engañar por una cría ni pensaba dejar escapar a
ninguno de los sabrosos bocados que aguardaban dentro de la gruta. Había sido
un bonito detalle, por parte de sus presas, agruparse todas juntitas en un
lugar sin escapatoria. Le habían ahorrado mucho tiempo y energía.
Sin soltar a su víctima recién capturada, valoró a
su oponente. Tan sólo era una cría, un poco crecida, de una de aquellas
extrañas criaturas que venían del cielo de vez en cuando. Había tenido la
oportunidad de saborear a varias de ellas a lo largo de su vida. Eran
absolutamente deliciosas, a pesar de la coraza metálica. Y cuanto más jóvenes,
más sabrosas. Aumentó la presión en el vientre de su presa. Ésta se agitó.
Podía sentir cómo las placas blindadas que protegían su carne y órganos empezaban a
ceder. Notaba en sus mandíbulas leves chasquidos y discretos crujidos. Pronto
podría hundir su hocico en las cálidas y suculentas entrañas de la criatura.
Entonces, la pequeña se colocó en posición de ataque
y avanzó. Se sorprendió. Aquella cría no parecía tenerle ningún miedo. No podía
creerlo. Pero... ¡si se estaba atreviendo a atacarlo! ¿Aquella pequeña
mequetrefe pretendía ser una rival digna de él? ¿De él, que era siete u ocho
veces mayor que ella? Su mente saboreó una divertida y cruel anticipación. Oh,
sí. Iba a disfrutar de una manera que ya no recordaba desde hacía mucho tiempo.
Y sería aún mejor dentro de pocos momentos, cuando
llegasen los demás. Jugaría con su ridícula atacante mientras tanto.
Con un brusco latigazo de su cuello golpeó
violentamente a la Caparazón contra la pared rocosa. La víctima se encogió de
dolor e, inmediatamente, quedó inerte. Había perdido la conciencia. O quizá
muerto. No le importó especialmente. La dejó caer en la entrada de la cueva,
empujándola con el hocico. Así no se escaparían las demás presas. Allí estarían
a buen recaudo mientras se divertía con su nuevo juguete.
Entonces sintió un fuerte golpe en el costado
derecho, seguido de un agudo y lacerante dolor. Giró la gran cabeza con
brusquedad, gruñendo amenazadoramente, para ver qué le había pasado. Su
sorpresa fue mayúscula. La pequeña Navegante estaba allí, con el morro pegado a
su piel. No comprendía cómo se había movido tan rápido. Un momento antes se
acercaba con intención de atacar, pero a una distancia considerable. Sólo había
bajado la guardia un instante, el tiempo justo de golpear a su presa contra la
roca y abrir la boca para dejarla caer en la cueva. Por un momento pensó que
debía tratarse de otro individuo. Pero, al cerciorarse, comprendió que era la
misma cría. ¿Cómo era posible? Ningún animal podía moverse a semejante
velocidad.
La joven Navegante, con un poderoso golpe de aletas,
se alejó de él. Su incredulidad aumentó todavía más al ver el largo y robusto
colmillo horizontal que salía de su cuerpo. Un borbotón de sangre enturbió el
agua. La cría se alejó rápidamente. En sus ojos pudo ver brillar una
inquietante determinación. Y observó también que los bordes delanteros de sus
aletas estaban peligrosamente afilados.
La sorpresa y la confusión dieron paso a la ira y la
frustración. Había subestimado completamente a la pequeña. Y ella había
aprovechado la ocasión para herirlo. El daño no era grave. Su gruesa coraza, la
capa de grasa y sus voluminosos músculos habían evitado que el colmillo
alcanzara algún órgano. Pero, aun así, el dolor era intenso. El odio se abrió
paso en su mente. Le había sorprendido una vez. No habría una segunda. Giró
lentamente, sin apartarse de la cueva y sin quitarle la vista de encima a su
oponente. Empezó a emitir su temible gruñido, en un tono tan grave y vibrante
que transmitía claramente su profundo enfado. La sangre manaba perezosamente de
su herida, lo cual lo enfurecía aún más. Se dispuso a esperar el siguiente
ataque.
*
Destello se detuvo de nuevo, desafiante. Pudo
ver los ojos del carnívoro. Se estremeció de aprensión. Aquel animal podía
matarla de una sola dentellada; y estaba completamente decidido a hacerlo.
Debía actuar con suma precaución, haciendo uso de su inteligencia por encima de
la fuerza bruta. La cabeza y el tórax del Desgarrador estaban fuertemente
acorazados. Allí estaban sus órganos vitales, pero su colmillo no era lo
suficientemente largo para alcanzarlos. Además, aquello la pondría demasiado
cerca del alcance de la terrible boca.
Trató de idear un plan. Su velocidad era mucho mayor
que la de él, lo cual era una ventaja. El colmillo y los filos podían dañarlo,
pero sólo de forma moderada; y no podían competir con sus mandíbulas y su
robusta cola. Él era mucho mayor, mucho más fuerte y mucho más peligroso que
ella, lo cual constituía una importante desventaja. Y sabía que era
invulnerable a las descargas.
Necesitaba tomarse un momento para estudiar a su
enemigo. Ahora que estaba concentrado en ella, los demás no corrían peligro
inmediato. Por lo que veía, podía atacar en tres lugares.
La mitad posterior del cuerpo del Desgarrador no
poseía coraza, pero tampoco albergaba órganos vitales. Sin embargo, podía
infligirle grandes cortes que inutilizasen su cola. Con el tiempo, la pérdida
de sangre debería debilitarlo bastante.
También podía intentar atacar las aletas. Si las
dañaba lo suficiente, su enemigo perdería gran parte de su agilidad. A lo mejor
bastaba para hacer que se batiese en retirada...
Y, por último, podía atacarlo por debajo. En el
vientre era más vulnerable. Quizá su colmillo podría alcanzar algún órgano
vital.
En cualquier caso, su única ventaja clara era su
velocidad. Así pues, sus ataques debían basarse en la rapidez. Atacar y huir.
Si lo acosaba lo suficiente, a lo mejor conseguía alejar
al carnívoro de la cueva. En cuanto la entrada estuviese libre, emitiría un
aviso a los demás para que se largasen a toda prisa. Y después huiría ella
también. No pensaba luchar con aquel monstruo, pues era consciente de que le
resultaría prácticamente imposible vencerle.
“Bien. Ya tengo un plan. Lo
difícil ahora será llevarlo a cabo”.
Miró una vez más a su terrorífico oponente. A pesar
de su firme determinación y del valor que inundaba su corazón, no pudo evitar
un helado estremecimiento.
El primer error sería también el último
Se lanzó de improviso, con las aletas delanteras
extendidas y todas las demás pegadas al cuerpo. Los impulsores lineales la
propulsaron a gran velocidad hacia su oponente. Había tomado la precaución de
seguir llenando las reservas de combustible y de mantener los propulsores de la
cola a punto para un encendido rápido.
Se hallaba a poca distancia de su enemigo cuando
éste giró violentamente y le presentó las fauces. Destello, que se
esperaba algo así, rotó sobre sí misma. Las mandíbulas se cerraron con un
chasquido a poca distancia de su lomo. La joven se desplazó a lo largo del
inmenso cuerpo del animal por la derecha de éste, mientras se acababa de dar la
vuelta. Cuando sus costados estuvieron perpendiculares, extendió la aleta
trasera hasta alcanzar la piel desprotegida de la mitad posterior. El temible
filo se deslizó por la piel, hundiéndose en la carne mucho menos de lo
esperado. Pudo sentir que su cuchilla iba topando contra algo a todo lo largo
del corte. Se apartó a toda velocidad, esquivando un violento coletazo del
carnívoro. Al alejarse, comprobó contrariada el poco daño que había hecho. El
corte tenía la longitud de sus aletas delanteras, pero apenas sangraba.
Aquello no se lo esperaba. Al parecer, aquella
alimaña disponía de algún tipo de refuerzo o coraza también bajo la piel. Y
ello suponía un gran problema.
Además, las mandíbulas del Desgarrador se habían
cerrado demasiado cerca de su lomo. Había estado a punto de atraparla. Un
escalofrío la recorrió. Debía extremar las precauciones.
El animal rugía enfurecido. Dos veces había atacado
la joven Navegante y dos veces lo había herido sin ni siquiera lograr rozarla.
Pero no abandonaba la posición frente a la cueva. Destello se sintió disgustada.
Tras aquellas dos heridas debería haberse retirado o haberla perseguido. En vez
de eso, permanecía allí, inmóvil y sangrando.
“Pues bien. Habrá que ser
más convincente”, pensó sarcástica… aunque un nuevo escalofrío
recorrió su cuerpo.
Volvió a ponerse en movimiento, pero lo hizo más
lentamente. Se dirigió hacia el carnívoro, atenta a sus movimientos. Podía
magtir claramente las ondas eléctricas que emitía el cuerpo de su enemigo, lo
cual le permitía prever en parte sus movimientos. Seguía un rumbo un tanto
errático, tratando de parecer indecisa. Pero tenía muy claro dónde iba a
golpear la próxima vez.
Aceleró de repente girando hacia la derecha, hacia
la pared rocosa. Viró bruscamente a la izquierda, como si pretendiese atacar de
nuevo el flanco derecho de su oponente. A apenas una aleta de distancia de las
horribles mandíbulas viró violentamente a la derecha de nuevo. El Desgarrador quedó
descolocado. Sus mandíbulas se cerraron en el agua con un chasquido salvaje,
mientras la pequeña pasaba de costado, a toda velocidad, entre su cuerpo y el
acantilado. Extendió la aleta trasera derecha y su filo golpeó la enorme
extremidad delantera izquierda del carnívoro. El borde cortante rajó la carne
hasta llegar al gigantesco hueso anterior, en el que no pudo penetrar. El filo
se deslizó a todo lo ancho de la aleta, cortando la piel y la carne, rebotando
sobre los huesos interiores. El Desgarrador se giró bruscamente hacia la
izquierda al sentir el lacerante dolor. Pero estaba demasiado cerca de la pared
de roca y sus mandíbulas golpearon con fuerza contra la piedra. Mientras, Destello
había llegado a la aleta posterior. Pero no pudo dañarla porque el Desgarrador
retiró la extremidad hacia arriba. Se giró sobre sí misma un cuarto de vuelta y
vio consternada que la enorme cola se le echaba encima a gran velocidad. No
pudo esquivarla.
La musculosa masa la golpeó con dureza en la parte
posterior del cuerpo, aplastándola contra el acantilado. Su resistente
esqueleto aguantó perfectamente, pero el dolor la abrumó. Aturdida por el
impacto, se escabulló rápidamente en el momento que la pesada cola volvía al
ataque.
No había
sufrido daños, tan sólo estaba un poco magullada. Pero el choque había sido
realmente violento.
A cambio, el Desgarrador lucía un nuevo tajo
sangrante, algo más severo que los anteriores. Con toda seguridad, debía
producirle un dolor y un escozor realmente intensos.
Aunque no quería confiarse se sentía pletórica. Tres
veces había atacado. Y tres veces había burlado a su enemigo, hiriéndolo con
saña. Cuatro si contaba con el primer ataque para que soltase a la Caparazón. Sabía que se le acababan las posibilidades de engañarlo. Pero una parte
de ella estaba disfrutando. Casi se podría decir que se divertía. Se alejó de
su enemigo para dar la vuelta y volver a atacar.
Al Desgarrador lo consumía una furia ilimitada. Su
cólera era de tal magnitud que el deseo de venganza se impuso a todo lo demás.
Se olvidó de la cueva y de sus ocupantes. El único pensamiento que albergaba su
cerebro en aquel momento era el de atrapar a la joven Navegante. Si lo
conseguía la iba a devorar con tanta lentitud y con tanta crueldad que hasta el
mar se estremecería de horror. La osada cría iba a sufrir lo que ninguna otra
criatura había sufrido jamás. Sus ojos, inyectados en sangre, se clavaron en la
pequeña. Le presentaba la cola. Por tanto, no lo veía. Con un rápido movimiento
de la cola y las aletas se lanzó tras ella. El dolor que le produjeron sus
heridas al moverse lo enfureció todavía más.
Destello se percató de la maniobra de su
enemigo apenas un latido antes de que las mandíbulas de éste se cerrasen sobre
su cola. Aterrorizada, cambió bruscamente de dirección. El horrible hocico rozó
su blindaje. Dos o tres dientes lograron hacer presa, pero tan sólo arañaron
ligeramente su piel metálica. La joven aleteó con toda su alma, tratando de
alejarse del temible atacante. Ni siquiera se acordó de usar los impulsores.
El Desgarrador lanzaba dentelladas a tal velocidad
que la pequeña no podía hacer otra cosa que girar a su alrededor, confiando en
su menor tamaño para mantener alejadas aquellas horribles mandíbulas. Ni se le
ocurrió tratar de herirlo de nuevo. Estaba tan aterrada que sólo podía pensar
en escapar.
Tras el tercer ataque, se había alejado de su
adversario sin mirar atrás. Había bajado la guardia un instante y su error casi
le había costado la vida. El Desgarrador le había devuelto la jugarreta. Ahora
no conseguía zafarse del carnívoro. A pesar de su enorme tamaño, era
extremadamente ágil y rápido. Lo único que podía hacer era trazar un
cerradísimo y continuo giro, de radio inferior al que era capaz de realizar su
enemigo, de manera que el esqueleto del predador le impidiese curvarse más y
alcanzarla. Si trataba de escapar estando tan cerca, el cazador la atraparía con
toda seguridad. La maniobra de Destello la sumergía cada vez más,
trazando una inexorable espiral descendente. La joven era consciente de que no
podría soportar la presión a partir de cierta profundidad. El Desgarrador le
llevaba ventaja en aquel aspecto, pues habitaba las llanuras abisales. Debía
conseguir zafarse de él antes de sumergirse demasiado, o estaría
irremediablemente perdida. Pero en aquel instante tenía una prioridad todavía
más urgente en su cerebro.
—¡Mamá, Río, todos! ¡Salid de ahí! La boca de la cueva
está libre. Abandonad la gruta. ¡Ya! (Urgencia, Impaciencia) —emitió a
toda potencia. Todos sus amigos se quedaron estupefactos.
Pensaban que estaban perdidos cuando la Caparazón
cayó. Luego percibieron señales de lucha, pero supusieron que era el
Desgarrador devorando a su desdichada compañera. Nunca podrían haber imaginado
que era Destello la que,
desobedeciendo a su madre, los había salvado.
—¡Rápido, rápido! —los azuzó Cuidadora.
—Vamos, pequeños, vamos. Salid rápido. Río,
Bondadosa; ved si podéis ayudar a la Caparazón que ése salvaje ha
atacado (Aprensión) —Luchadora tomó rápidamente las riendas de la
situación con especial eficacia. Río
y Coral empujaron a la desdichada
Caparazón, que bloqueaba parcialmente la entrada de la cueva. Una vez fuera,
trataron de despertarla.
—Marchaos lejos. Yo mantendré entretenido a
este bicho. —Destello mostraba un gran valor y aplomo. Pero su
madre detectó algo que no le gustó nada en la transmisión de su hija: miedo.
La adulta afinó sus sentidos al máximo y se
concentró en rastrear la zona en busca de su hija. Pudo percibir los dos
cuerpos, girando rápidamente el uno alrededor del otro. Pero el carnívoro
dominaba la situación claramente. Destello no se dejaba perseguir por el
Desgarrador. Huía desesperadamente de él. Y, para empeorarlo, se estaban
sumergiendo demasiado. La pequeña y el cazador estaban a unos cinco Grupos de Cuerpos
de profundidad. Y ningún Navegante podía soportar una inmersión superior a los
ocho Grupos de Cuerpos. Cuando su hija rebasase el límite, la presión la
mataría. Y si no era así, lo haría su enemigo. Su corazón se encogió de
angustia. La joven los había salvado, pero iba a pagar con su vida aquel acto
de valor.
Desesperada, Luchadora hundió el hocico y
empezó a sumergirse a toda velocidad. Debía llegar hasta ellos antes de que la
presión matase a la pequeña. Si conseguía distraer un instante a su
perseguidor, la joven escaparía sin problemas.
Pero las cosas se torcieron de repente. Sus sentidos
captaron que algo subía desde las profundidades, siguiendo el enorme y vertical
acantilado. Cuatro seres de gran tamaño, desplazándose desde cuatro puntos
distintos, ascendían a toda velocidad hacia el lugar en que se encontraban
todos ellos. Al fijarse mejor, los identificó. Y su alma se heló de terror.
Desgarradores. Dos hembras adultas y dos ejemplares
adolescentes.
*
“No me lo quito de encima”,
pensó la pequeña, angustiada. Por más que trataba de sacarle ventaja en el
giro, el carnívoro viraba sobre sí mismo a la misma velocidad que ella. Su gran
corpachón, además, estaba un poco por encima del suyo, con lo que la obligaba a
sumergirse cada vez más. Si intentaba moverse en línea recta en cualquier dirección, el monstruo la atraparía al instante.
Y su madre se dirigía hacia ellos desesperada, para
tratar de ayudarla. Debía lograr zafarse del Desgarrador antes de que ella
llegase. El depredador podría herirla y eso era algo que no pensaba consentir.
Se le ocurrió una idea. Si le lanzaba una descarga
concentrada, a lo mejor lograba desconcertarlo durante un instante. Suficiente
para tratar de huir. Reunió la energía de su organismo, concentrándola en la
punta de la cola. Sus órganos bioluminescentes empezaron a brillar. Aunque
trató de evitarlo, concentrarse en acumular electricidad redujo ligeramente su
velocidad, con lo que las mandíbulas de su enemigo se cerraban, en aquel
momento, alarmantemente cerca de ella. La energía alcanzó un punto crítico.
Estaba a punto de lanzar la descarga cuando lo sintió.
Cuatro animales de grandes dimensiones ascendían a
gran velocidad hacia la posición de su familia. Su señal era inconfundible.
Cuatro Desgarradores.
El alma de la joven se encogió de pánico y
desesperación. Aquello ya era demasiado. Si luchar contra un enemigo de aquel
calibre se estaba convirtiendo en un desafío de dificultad extrema, enfrentarse
a cuatro más era, a todas luces, imposible.
“Bien. Ahora o nunca.
Espero que funcione.”
Los músculos de su cola vibraron con intensidad y la
potente energía concentrada se liberó de golpe. Pero, en vez de expandirse en
ondas concéntricas alrededor de su cuerpo, la electricidad saltó, en forma de
relámpago, desde su cola a la cercana mandíbula inferior del carnívoro. El
destello luminoso sorprendió a la pequeña y cegó momentáneamente al
Desgarrador. La tremenda descarga provocó una quemadura en el hocico de su
adversario y se expandió por sus tejidos. Como el animal estaba protegido ante
los impulsos eléctricos, no sufrió ningún daño. Pero la momentánea ceguera
bastó.
La joven lo había conseguido, aunque de una manera
algo distinta a lo que había planeado. No se esperaba en absoluto el rayo
eléctrico que se había emitido desde su cola, ni el consiguiente destello. A
aquella profundidad, en la oscuridad más absoluta, la brillante explosión
luminosa había incapacitado con más eficacia al carnívoro que la propia
descarga.
No perdió tiempo y ascendió en línea recta. Estaba a
demasiada profundidad. La presión era abrumadora para ella. Debía salir de allí
cuanto antes. Aleteó con toda su alma a la vez que usaba los impulsores
longitudinales. Empezó a sentirse mejor a medida que la presión descendía.
Seguía percibiendo a los otros cuatro Desgarradores.
Uno de los más jóvenes se había lanzado a por su madre. Era la más cercana y
estaba sola, a media distancia entre la superficie y el lugar en que se
encontraba Destello.
Mamá se había dado cuenta de todo. Sabía que su hija
había logrado escapar por el momento de su adversario. Y también sabía que un
Desgarrador adolescente se dirigía directamente hacia ella. Así que giró
bruscamente y se dirigió hacia la superficie.
Cuidadora se estaba llevando a todos los
pequeños lejos de allí, a un lugar seguro en alta mar. La Caparazón herida
estaba siendo ayudada a huir por su otra congénere y por Bondadosa y Coral. Río se había
quedado atrás, con intención de ayudar a Luchadora y Destello en
caso de necesidad.
Amanecer y Bebé se separaron del grupo
de Cuidadora y se acercaron al de Bondadosa y Coral.
—Que
una de vosotras vaya a ayudar a las demás —transmitieron a las adultas.
—Nosotras nos
ocupamos de las Caparazones.
—Pero
hijas... (Asombro)
—Vamos,
no perdáis el tiempo (Urgencia) —emitió con aplomo Amanecer.
—O
va alguna, o vamos nosotras (Determinación) —dijo Bebé.
—Está
bien. Tened cuidado y marchaos lejos (Orgullo, Admiración) —respondió Coral
tras observarlas un momento. Dio media vuelta con elegancia y se lanzó a toda
velocidad hacia el acantilado, presta a ayudar en lo que hiciese falta. Bondadosa se quedó con las pequeñas,
ayudando a la Caparazón herida, aunque deseaba fervientemente salir tras Coral.
Pero, sin su ayuda, Amanecer, Bebé y la otra Caparazón no podrían remolcar a su
desdichada compañera. Además, aunque odiaba admitirlo, aquellos carnívoros la
llenaban de un terror tan profundo que la hacía temblar hasta lo más hondo de
su ser.
*
Luchadora ascendía rápidamente, pero el joven Desgarrador se acercaba cada vez más, acosándola sin tregua. Ella no poseía
armas como Bandas y Destello. Aún así, era casi el doble de
grande que su atacante. No estaba especialmente preocupada. El carnívoro se
situó a menos de un Cuerpo de distancia y, nadando con brío, atacó con las
mandíbulas abiertas. Justo cuando estaba a punto de cerrarlas sobre su piel, la
Navegante frenó en seco y giró sobre sí misma. El inexperto animal pasó justo
por su lado, mordiendo tan sólo agua vacía. Con un movimiento rapidísimo, Luchadora le propinó un tremendo golpe, con el canto anterior de la aleta, en
medio del costado derecho. El repulsivo crujido que las costillas hicieron al
partirse fue claramente audible. El animal se retorció de dolor, lanzando un
extraño rugido entrecortado. Acto seguido se alejó de ella, nadando
precariamente hacia una de las hembras adultas, seguramente su madre. La
Navegante continuó su ascensión hacia la superficie. Río se quedó en su
posición, lista para tratar de contener a sus enemigos hasta que llegase Destello. Entonces escaparían de allí en pos de los demás. Coral, viendo
el cariz que tomaba la situación, se dirigió hacia Río, dispuesta a
prestarle su ayuda.
La pequeña,
por su parte, ascendía rápidamente, atenta a todo cuanto sucedía a su
alrededor. Había percibido cómo su madre se liberaba del carnívoro adolescente
sin ningún problema. Había sido un ataque de experta. Estaba realmente
impresionada. El animal herido se había refugiado tras la que debía ser su
madre, que rugía irritada aunque indecisa, debatiéndose entre la necesidad de
proteger a su hijo y las ganas de dar caza a aquellas presas tan apetecibles.
La otra adulta se dirigía resueltamente hacia Río y Coral.
Por su parte, el Desgarrador al que ella se había enfrentado, el macho adulto, se
mantenía en las profundidades, navegando erráticamente. Parecía haber
comprendido que su supuesta víctima no era tan fácil de vencer como había
creído en un principio, así que actuaba con precaución, a la espera de una
oportunidad favorable.
Al que no
localizaba era al último animal, al segundo ejemplar adolescente. Lo había
tenido controlado hasta el momento en que mamá se defendió. Como centró toda su
atención en ella, le perdió la pista momentáneamente. Forzó sus sentidos,
tratando de localizarlo. No se podía subestimar a ningún enemigo, así que
quería saber dónde estaban todos ellos.
Lo encontró
por fin. Y la angustia la invadió.
Iba tras Cuidadora y las crías.
*
Bandas nadaba justo al lado de Cuidadora, azuzando al grupo de crías. Amanecer y Bebé permanecían al lado de
las dos Caparazones junto a Bondadosa. La hembra herida aguantaba, aunque sus lesiones eran muy graves.
La rotura de algunas placas y el aplastamiento de los músculos le ocasionaban
un agudo sufrimiento. Por suerte ya se había detenido la hemorragia. Pero estaba
muy débil y no podía navegar. Sin la ayuda de las demás estaba perdida. Y,
además, estaba preocupadísima por Destello.
Las dos
jóvenes Navegantes trataban de animar y alentar a sus amigas, que estaban muy
preocupadas por el resto de la familia. Se sentían profundamente admiradas por la determinación de la joven
cría, que había logrado salvarlos a todos de una muerte segura y horrible.
Podían captar perfectamente las transmisiones que las Navegantes se enviaban
entre sí y, de esa manera, podían seguir parcialmente el rumbo de los
acontecimientos.
Todo el
grupo que huía se llenó de júbilo cuando se enteraron que la pequeña había
conseguido burlar a su atacante en las profundidades. Y les encantó la forma en
que Luchadora se libró del joven carnívoro, sin matarlo. A
ninguno de ellos le gustaba matar a otros animales. No eran cazadores y sólo lo
hacían si no les quedaba más remedio.
—Bandas, por favor. ¿Me puedes sustituir? —pidió Bebé—. Es que estoy cansada...
—Ahora
mismo voy. Es normal que te canses.
Llevas mucho rato ayudando a la Caparazón y aún eres muy pequeña.
El joven
macho viró rápidamente en la penumbra líquida. Navegaban a medio cuerpo de
profundidad pero, como la estrella ya se había escondido, había muy poca
luminosidad. Sin embargo, sus retinas podían ver a voluntad en muchos tipos
distintos de luz, desde la que sólo revelaba calor, por debajo del color rojo,
hasta la que hacía brillar ciertos materiales con colores de fantasía, justo
por encima del color violeta de la luz normal.
Como estaba
muy oscuro, adaptó su visión para percibir variaciones térmicas. Podía ver mejor en el agua oscura, pero a menos distancia, porque el agua absorbía mucho esa parte del espectro. Las dos
Navegantes y las dos Caparazones eran perfectamente visibles en aquellas
circunstancias. En su cerebro las veía completamente definidas pero, en vez de
percibir los colores habituales de su piel, las cuatro hembras exhibían unos
patrones de tonalidad cambiantes y fluidos, acordes a las temperaturas de las
diferentes partes de sus cuerpos. Su mente interpretaba cada pequeña variación
asignándole un color específico. Los tonos iban desde el azul profundo para las
zonas más frías, hasta el amarillo intenso, casi blanco, para las más calientes. El agua se
revelaba negra en aquella longitud de onda.
Bebé estaba en general más caliente que Amanecer, lo cual confirmaba que la pequeña se estaba esforzando más que su
compañera. Era casi media Gran Revolución más joven que las demás crías de
Navegante de la familia y, por tanto, más menuda. La Caparazón herida, por su
parte, mostraba una gran mancha de un amarillo intenso en la zona ventral, pues
el aporte sanguíneo era mayor en aquella área para facilitar la curación. En
consecuencia, aumentaba la temperatura. La otra Caparazón exhibía los patrones
térmicos normales, igual que Amanecer: anaranjado subido en aletas, costados y en
el centro del cuerpo, donde estaban el corazón y el cerebro, y tonos del rojizo
al azul aguamarina en el resto del cuerpo. Lo mismo con las adultas. A Bandas siempre le había
parecido gracioso el contraste que se producía entre el hocico azul oscuro y
los ojos intensamente amarillos. Era divertido. Aquellas cosas no las podía ver
cuando era de día, a menos que se sumergiesen hasta la zona de oscuridad
eterna. Los pequeños acostumbraban a jugar a aquello a veces. Se sumergían
hasta los siete u ocho Cuerpos y se miraban unos a otros usando la luz térmica.
Formaban dibujos abstractos y forzaban cambios de color contrayendo o relajando
los músculos. Era uno de sus muchos juegos preferidos.
Le parecía
increíble. Estaba pensando en jugar en medio de una situación tan tensa y
peligrosa. Quizá la mente necesitaba alejarse momentáneamente de la realidad en
casos de crisis para centrarse... A saber. Lo que sí sabía era que, o variaba
su rumbo o colisionaba de frente con sus amigas. Giró un poco a la derecha,
para esquivarlas. Luego viraría a la izquierda y las atraparía desde atrás. Iba
a saludar a sus compañeras con unos destellos cuando sus ojos captaron un leve
resplandor térmico tras ellas, en la lejanía. No estaría a más de seis o siete
cuerpos de distancia. Se alegró. Seguro que eran Destello y las demás que
regresaban. Sin embargo...
Se fijó
mejor. No eran cuatro objetos, sino uno. Y se movía de un modo algo extraño.
Pero el agua absorbía la mayor parte de la radiación térmica a aquella
distancia, por lo que el joven tan sólo veía un borrón de apagados tonos amarronados.
—Gracias.
No aguantaba más (Alivio) —emitió
Bebé alegremente.
—Hola,
Bandas. ¿Qué haces? ¿No
vienes? —preguntó Amanecer.
—Un
momento. Seguid vosotras. Ahí detrás hay algo extraño (Curiosidad, Suspicacia).
—
¿Qué pasa, cariño? ¿Qué has visto? (Alerta) —Bondadosa se había
puesto en guardia ante la transmisión del joven.
El pequeño no contestó. Se limitó a flotar inmóvil,
con los sentidos aguzados al máximo, tratando de identificar al ser que se
acercaba a ellos. Su percepción no era, ni de lejos, tan precisa y tan potente
como la de su amiga Destello. Pero, para la media normal en la especie,
era un ejemplar muy bien dotado. Al cabo de unos instantes pudo magtir los
patrones eléctricos del cuerpo del intruso. En el mismo momento en que
comprendió cuál era la naturaleza de la criatura que se aproximaba a toda
velocidad, una ráfaga de energía estalló en el agua. Era una señal de extrema
urgencia, un aviso desesperado. Por la tremenda potencia de la comunicación
supo enseguida quién la enviaba.
—¡¡CUIDADORA, BONDADOSA,
ATENCIÓN!! ¡¡UN DESGARRADOR SE DIRIGE DIRECTAMENTE HACIA VOSOTROS!! (Alerta extrema,
Urgencia) —Destello transmitió con toda la potencia de que fue capaz. Pensó que quizá, al
ser el enemigo un ejemplar joven, entre Cuidadora, la Caparazón
sana, Bondadosa y Bandas podrían mantenerlo a raya hasta que ella y
las demás llegasen. En respuesta, todos los del grupo aceleraron para escapar.
Todos menos uno.
“En comparación, él y yo somos
equivalentes. Soy capaz de tenerlo ocupado el tiempo que haga falta. Sólo tengo
que aguantar hasta que lleguen mamá y las demás. Mientras tanto, Cuidadora y el
resto podrán huir lejos”,
pensó el pequeño Navegante calmadamente. Tomó una decisión.
—Marchaos
de aquí. Yo lo contendré
(Seguridad, Orgullo)
—Pero,
¿qué estás diciendo? ¿Estás loco?
(Incredulidad) —Bebé se detuvo en seco.
—Bandas, no hagas el tonto. No has de
demostrar nada a nadie
(Angustia) —Amanecer sabía que ella le gustaba al joven. Por
supuesto, era una atracción infantil. Les faltaba mucho tiempo a ambos para
madurar sexualmente y poder sentir un interés real el uno por el otro. —Así
no me vas a impresionar, ¿vale? No quiero que te hagan daño (Preocupación)
—No
quiero impresionarte, ¿qué te crees? (Indiferencia) Quiero darle una lección a ese energúmeno, eso es
todo (Engreimiento) —Pero no
logró engañar a nadie. No pudo controlar que su transmisión se viese teñida de
preocupación y de miedo por ella y por los demás. Quedó claro que no quería
lucirse, sino que deseaba protegerlos con toda su alma.
“Sí, también lo hago para
impresionarte. Espero que esto salga bien, o no tendré tiempo de arrepentirme.
La verdad es que tengo miedo.”
—Bandas,
vuelve aquí inmediatamente (Nerviosismo)
—transmitió Cuidadora.
—Regresa
aquí ahora mismo, jovencito (Autoridad,
Inquietud) —emitió Bondadosa.
—¡No
discutáis y largaos de aquí! (Aplomo) Vosotras podéis ayudar a las Caparazones
y a sus crías. Sólo yo tengo armas para enfrentarme a él.
—Pero,
Bandas, es un animal muy peligroso. Te puede matar (Miedo)
—Tranquila,
Cuidadora, que eso no va a pasar. Es un joven como yo. Podré mantenerlo a raya
mientras os ponéis a salvo. Ahora mismo, somos igual de fuertes
(Seguridad).
Las dos
adultas, admiradas por el valor del joven, y muy preocupadas por la suerte que
podía correr, decidieron confiar en él y poner a salvo a todos los demás.
El
Desgarrador estaba a tan sólo tres cuerpos. Ya podía verlo claramente. Era un
ejemplar imponente a pesar de su juventud. El carnívoro era algo menor que él,
pero ágil y rápido. Y sus mandíbulas estaban lo suficientemente desarrolladas
como para infligir severas heridas. No podía subestimarlo. Era joven e
inexperto, como él. Aun así, era un rival digno y peligroso.
“Y yo soy un macho de Navegante,
fuerte y rápido. Mis armas son más peligrosas que las suyas. Y soy más
inteligente”, pensó,
tratando de convencerse a sí mismo. No se sentía completamente seguro. Durante
un latido se preguntó si no estaría cometiendo un gravísimo error...
Desechó
aquellos pensamientos y se concentró en el Desgarrador. Ya hacía rato que éste
había visto al joven esperándolo allí, desafiante. Se acercaron más y empezaron
a dar una vuelta muy lenta el uno alrededor del otro. Se estaban valorando
mutuamente, sopesando las capacidades del rival. Sus miradas se mantenían
fijas. Los ojos de Bandas destellaban desafiantes, con determinación.
Los del joven Desgarrador, de ansia y anticipación. El Navegante era consciente
de que a su enemigo le movía el hambre y el instinto depredador. No lucharían
por ver quién era más fuerte. El carnívoro tenía toda la intención de
devorarlo. A él y a los demás. Pero no se amilanó. Aquel día nadie se lo iba a
comer.
De pronto,
el joven cazador lanzó una dentellada a la velocidad del relámpago. Él recogió
las aletas de la derecha con la misma rapidez. Las mandíbulas sólo mordieron
agua. Inmediatamente, Bandas giró sobre sí mismo y lanzó
un veloz contraataque con los peligrosos filos metálicos de las aletas
izquierdas. El Desgarrador, contorsionándose hábilmente, escapó por poco de las
terribles heridas que habría sufrido si el Navegante lo hubiese alcanzado.
Se alejaron
a una distancia prudencial y volvieron a girar lentamente alrededor de un punto
imaginario situado entre ambos, desafiándose mutuamente. El ataque y el
contraataque se habían producido en apenas un parpadeo. La breve escaramuza les
sirvió para calibrar las habilidades del otro. El Desgarrador se dio cuenta de
que el Navegante era más peligroso de lo que parecía, pues había estado a punto
de causarle severas heridas. Por su parte, Bandas comprendió que su
adversario representaba una seria amenaza para él. Estaban muy igualados en
fuerzas y reflejos. Sabía que ninguno de los dos ganaría. Lo único que
conseguirían sería herirse y perder el tiempo. Pero eso a Bandas le bastaba. Tiempo era, precisamente, lo que trataba de conseguir.
El carnívoro
rugió y tensó los músculos, mostrándose amenazador. Se estaba exhibiendo,
tratando de asustarlo. Bandas, por su parte, respondió al desafío
concentrando energía, haciendo brillar su cuerpo y mostrando los filos de las
aletas. Él también sabía exhibirse. Ambos se mantuvieron a distancia, atentos a
cualquier momento de vacilación de su adversario.
El
Desgarrador se agitó. Percibía que el resto de la familia se alejaba y que el
joven Navegante sólo quería entretenerlo. Pero era consciente de que, si no
vencía a su adversario, éste no le dejaría reanudar la persecución de las crías.
Bandas, por su parte, entendía perfectamente el crítico riesgo al que se estaba
exponiendo: si Destello y las demás sucumbían, él sería la última
línea de defensa de la manada. Y no aguantaría ni un latido frente a los
Desgarradores adultos. Su destino no dependía de su pericia durante el combate
contra su joven enemigo, sino de la suerte que corriesen su madre y sus amigas
allí atrás.
*
Las dos
hembras se pusieron en movimiento al unísono, en dirección a las tres
Navegantes. Gruñían pavorosamente a la vez que incrementaban progresivamente su
velocidad. El joven Desgarrador herido se quedó atrás. No estaba en condiciones
para atacar. Luchadora, Coral y Río, alarmadas por la
maniobra de sus adversarias, se pusieron en guardia inmediatamente. Ellas eran
tres, pero no tenían el armamento de sus atacantes. Debían huir. No tenían
posibilidades contra las temibles cazadoras. Podrían contenerlas durante un
tiempo, pero el resultado siempre sería el mismo e invariable: serían
derrotadas. Esperarían a Destello tratando de mantener a raya a las
Desgarradoras y luego huirían a toda prisa. Eran más rápidas que sus
adversarias, así que lograrían dejarlas atrás.
La joven
percibió que las dos cazadoras adultas se abalanzaban contra su madre y las
demás. Con un rápido cálculo descubrió que podía interceptar a una de ellas
antes de que las alcanzaran. Así que forzó sus músculos todo lo que pudo al
mismo tiempo que volcaba energía sobre los impulsores lineales. Ascendió
rápido, pero menos de lo que había esperado. Como si le costara moverse.
Fue en aquel
instante cuando comprendió, sorprendida, lo increíblemente cansada que estaba.
Llevaba luchando desesperadamente y sin tregua casi todo un Ciclo. Primero
contra la salvaje explosión del mar y la huída de las olas gigantes. Después Cuidadora y ella habían sobrevivido a la traicionera emboscada en el acantilado. Y
ahora, encima, estaba metida de lleno en una lucha sin cuartel con varios
Desgarradores, con pocas probabilidades de salir con vida. Era demasiado. Su
organismo había llegado al límite en dos ocasiones. Estaba agotada. No aguantaría
mucho más. Y aún menos contra enemigos tan peligrosos como aquellos.
“Oh... Estoy tan cansada...”
Pero no se rindió. Encontraría el modo de sobreponerse y continuar luchando. Tenía las
vejigas llenas de combustible. Todavía no se le habían agotado las opciones.
Las Desgarradoras
se hallaban a unos seis Cuerpos de su madre y las demás, avanzando rápidamente.
Ella estaba a menos de cuatro Cuerpos del punto en que calculaba que las
interceptaría. Entonces se dio cuenta de que se encontraba en una posición de
ventaja de la que no había gozado contra el macho: bajo las dos cazadoras.
Éstas estaban tan obsesionadas con las tres Navegantes adultas que ni siquiera
se habían dado cuenta de que la pequeña ascendía a toda velocidad hacia ellas.
Su mente se centró de repente. No podría atacarlas a las dos a la vez, pues
estaban demasiado alejadas entre sí. Pero tenía la oportunidad de dañar a una
de ellas lo suficiente como para que se retirase de la lucha. Mamá y las demás
tendrían más oportunidades contra una cazadora que contra dos.
Corrigió
ligeramente su rumbo y forzó su organismo al límite, dirigiéndose con
resolución hacia la Desgarradora más cercana. Su vulnerable vientre estaba
expuesto. La primera intención fue atacarla con los filos. A la velocidad a la
que ambas colisionarían seguro que lograría provocarle heridas lo
suficientemente severas como para que se retirara de la lucha. No era su
intención matarla. Y tampoco estaba segura de que pudiese hacerlo.
Pero
descartó de inmediato usar las extremidades armadas. Avanzaban en perpendicular
la una a la otra. Por tanto, si una de sus aletas penetraba en el cuerpo de su
adversaria en aquellas condiciones, sufriría graves daños. Incluso podría
perderla. Así que decidió impactar directamente contra la parte ventral de la
depredadora.
Estaba a
menos de dos Cuerpos de distancia de la cazadora. Trataría de golpear justo donde
acababa la coraza pectoral. Aunque no alcanzaría órganos vitales, el colmillo
se hundiría en toda su longitud. La herida sería importante y dolorosa, pero no
mortal. Mamá y las demás no tenían ni idea de lo que pretendía hacer. Estaban
concentradas en sus atacantes.
*
El joven
Desgarrador estaba nervioso. El nutrido grupo de crías se alejaba rápidamente,
agudizando cada vez más su hambre. Pero Bandas no pensaba ceder. Al
mínimo indicio de que su contrincante pensaba ir tras Amanecer y los demás, atacaría sin compasión. El Desgarrador sabía que el joven
Navegante esperaba una distracción, un momento de debilidad para asestarle una
de sus peligrosas cuchilladas. Ambos eran muy rápidos. Mientras se mantuviesen
girando el uno alrededor del otro, estaban en tablas. Si cualquiera de los dos
trataba de huir, sería alcanzado por su contrincante sin posibilidad de zafarse
del ataque.
Pero el
nerviosismo y la impaciencia estaban haciendo mella en el ánimo del inexperto
cazador. Las crías, a las que él podía atrapar y devorar más fácilmente, se
alejaban más y más y, con ellas, sus posibilidades de alimentarse. Nada podía
contra los ejemplares adultos. Si sus padres, su hermano y la otra hembra no
conseguían aniquilar a las grandes y poderosas presas, no tendría nada que
llevarse a la boca. Debía deshacerse de su molesto adversario. Era un rival al
que no podía subestimar pero el hambre era más fuerte que la prudencia.
Atacó de
improviso. Nada en sus movimientos previos le indicó a Bandas que aquello iba a pasar. Si hubiese tenido más experiencia en combate
habría visto los sutiles cambios electromusculares que precedieron a la acción del Desgarrador.
Pero su inexperiencia le pasó factura y no pudo anticipar las
intenciones de su adversario.
Y a punto
estuvo de costarle caro. Sus rapidísimos reflejos y su piel metálica lo
salvaron de la terrible dentellada. El joven cazador logró alcanzarlo pero Bandas giró rápidamente sobre sí mismo, con las aletas derechas pegadas al
cuerpo. Las mandíbulas del Desgarrador se cerraron sobre la piel de su lomo,
pero no consiguieron hacer presa. Los temibles dientes resbalaron en las
placas, inclinadas a causa de la veloz maniobra del Navegante. Los dientes
dejaron varios arañazos profundos en la coraza metálica. Bandas, tras esquivar a su enemigo, completó el giro con una rapidez
abrumadora. Extendió completamente las cuatro aletas de la izquierda, con las
cuchillas de los bordes orientadas hacia el costado del cazador. Éste, con una
brusca contorsión, trató de escapar del contraataque del Navegante. Consiguió
esquivar la aleta delantera y la segunda. La tercera rozó su piel, provocándole
un ligero corte. Pero la trasera, la de mayor longitud, alcanzó su cola
mientras intentaba ponerla fuera del alcance del temible filo. El arma penetró
en su carne. El Desgarrador no perdió la extremidad gracias a la robustez de
sus resistentes huesos, pero sufrió un respetable corte en el tercio posterior
de la cola, que dejó al descubierto parte de los músculos que la componían. La
sangre manó a borbotones, enturbiando el agua, a la vez que el animal gruñía de
dolor y de rabia.
Trató de lanzar una nueva dentellada a la parte posterior del
Navegante. Éste ya se hallaba lejos de su alcance y giró rápidamente dispuesto
a atacar de nuevo. Con la cola herida, el Desgarrador perdió una parte
significativa de su maniobrabilidad, pero la furia le dio alas. Se lanzó contra
Bandas dispuesto a todo. Un
instante antes de chocar de frente consiguió esquivar los afilados colmillos metálicos
de su adversario, apoyó la robusta aleta pectoral derecha en hocico del
joven Navegante y le lanzó un rapidísimo mordisco al lomo. Con aquel punto de
apoyo giró y se situó sobre su presa, agarrándolo fuertemente con las aletas,
con las que hizo ventosa sobre la lisa coraza. Bandas, sorprendido,
trató de alcanzarlo con las cuchillas, pero estando sobre él, le era imposible.
El Desgarrador empezó a morder furiosamente la parte anterior del lomo,
causándole un gran dolor. Sentía sus dientes rechinar sobre su blindaje, aunque
sin lograr atravesarlo. Se debatió vigorosamente, tratando de quitárselo de
encima, a la vez que seguía intentando alcanzarlo con los filos de las aletas.
Supo que sólo era cuestión de tiempo que lograse afianzar las mandíbulas con la
suficiente habilidad como para lograr comprometer su coraza. Maldijo su
estupidez. Había bajado la guardia y su adversario le había tomado la
delantera. Debía desprenderse de aquel abrazo mortal cuanto antes o su
situación se volvería crítica.
*
La gran criatura espacial estaba a muy poca
distancia. Había herido a su hijo y era hora de ajustar cuentas.
Abrió las mandíbulas y rugió estruendosamente. Pudo
ver claramente cómo su presa se estremecía. Era un ejemplar muy grande. Cuando
la abatiese, tendrían comida para mucho tiempo. Y los demás seguirían pronto su
misma suerte.
Ella misma era tan grande como su presa, y mucho más
feroz y poderosa. La criatura espacial no tenía ninguna opción.
Estaba a punto de cerrar las mandíbulas sobre su
víctima cuando recibió un tremendo impacto desde abajo.
La fuerza de la colisión la aturdió y la desplazó
hacia arriba un buen trecho. Se quedó allí, inmóvil. Experimentó un intenso
dolor por todo el cuerpo. A duras penas, bajó la cabeza para ver qué había
sucedido.
Bajo ella, flotando inerte, estaba una de las crías
que debían ser sus presas. Sangraba por el hocico. Giró más la cabeza y vio un
objeto metálico clavado en la coraza de su pecho. Pero no había penetrado mucho
y no había llegado a herirla seriamente.
*
Se dio
cuenta de su error apenas un latido antes de colisionar. La Desgarradora, al
abrir las mandíbulas para rugir, había perdido velocidad.
Y no
pudo corregir su rumbo ni frenar a tiempo.
Se estrelló
contra la gruesa armadura córnea del pecho de su oponente, con la fuerza de un
asteroide.
El impacto
lanzó a la Desgarradora casi dos aletas hacia arriba.
Pero ella sufrió daños graves. El colmillo se había roto de raíz y sangraba por la
herida. El dolor era tan intenso que se sintió desfallecer. Tuvo que hacer
acopio de toda su fuerza de voluntad para no perder la conciencia.
Con gran esfuerzo, miró hacia arriba. La
Desgarradora estaba inmóvil, pero se recuperaba a gran velocidad. Pudo ver su
colmillo clavado en la coraza pectoral. Sin embargo, apenas había penetrado y
la herida debía ser bastante leve.
Su ataque no había tenido éxito. Y había perdido un
arma.
Mamá se
movió rápidamente y se interpuso entre la depredadora y ella, dispuesta a
defenderla a cualquier precio.
*
Su compañera
de jauría había recibido un tremendo golpe por parte de aquella cría. Por un momento,
detuvo su ataque. Pero, al ver que no estaba herida y que se empezaba a
recuperar, centró de nuevo su atención en las dos grandes criaturas espaciales
frente a ella.
Con un
amenazante gruñido, empezó a rodearlas. Las dos hembras se mantenían pegadas la
una a la otra. Trataban de proteger sus flancos, donde eran más vulnerables a
sus temibles mandíbulas. Al ser hembras, podría haberlas atacado directamente.
No era la primera vez que degustaba una de aquellas criaturas. Sabía que podía
cazarlas con relativa facilidad.
Pero, tras
la contundente defensa que había exhibido la otra adulta con uno de los
jóvenes, y tras ver el ataque que había sufrido su compañera por parte de
aquella cría con colmillo, prefería ser prudente y buscar el momento oportuno
de flaqueza para atacar.
*
Estaba
furioso. La maldita cría lo había burlado de nuevo. Primero se había atrevido a
atacarlo por tres veces, hasta lograr que la persiguiese. Aquello había sido un
error. Si hubiese esperado, las dos hembras y sus dos hijos habrían dado buena
cuenta de las presas acorraladas en la cueva. Pero lo había puesto tan rabioso
con sus continuos ataques que tuvo que hacerlo.
Había estado
a punto de lograr atraparla. Sin embargo, la maldita cría era muy ágil. Luego cuando se sumergieron, pensó que al final la alcanzaría. Sabía que aquellos animales no
podían aguantar la presión más allá de cierto límite. Y, de nuevo, la cría se
la había jugado otra vez.
Con aquel
destello inesperado lo había dejado ciego un buen rato. Y se había escabullido
de nuevo. Ninguna presa le había dado tanto trabajo. Nunca. Y ninguna había
logrado herirlo como aquella. El odio que sentía hacia la valerosa cría sólo
podría ser aplacado cuando pedazos de su deliciosa carne se deslizasen por su
garganta.
Al principio, cuando empezó a recuperar la vista,
ascendió para volver a atacarla y saldar cuentas. Sin embargo, su inteligencia
se impuso.
Generó un pequeño campo continuo de electricidad,
que lo hacía indetectable a sus presas y dio un gran rodeo, usando el olfato y
las líneas laterales sensibles a la presión para orientarse. En aquel agua
tan turbia, rodeado por el campo eléctrico, no podía ser visto, oído ni
percibido.
En cuanto tuviese la oportunidad, atacaría.
*
Bandas estaba desesperado. Su enemigo había conseguido afianzarse y le mordía
el lomo con saña.
Primero
lanzaba dentelladas aleatoriamente. Pero, al final, había logrado hacer presa
con sus mandíbulas en una parte de la piel acorazada del lomo. La tremenda
presión que podía generar aquel joven cazador lo sorprendió. Si un adolescente
podía hacerle tanto daño, un adulto lo mataría de una sola dentellada.
El joven
Desgarrador retorcía el cuello espasmódicamente, tratando de destrozar los
fuertes tejidos que formaban su coraza. Él trataba de alcanzarlo con los filos,
se sacudía, giraba sobre sí mismo. Pero aquella alimaña no se soltaba.
Y luego
estaba el dolor. Un dolor tan intenso que nublaba su mente. Nunca había sufrido
de aquella manera. Ni tan siquiera podía imaginar algo peor que el tormento que
estaba experimentando.
Sentía que
los resistentes tejidos de su piel empezaban a flaquear. Sintió pequeños chasquidos
cuando alguna fibra no podía aguantar más y se rompía. Poco a poco, la coraza
se iba degradando.
De un
momento a otro, el Desgarrador haría honor a su nombre y le arrancaría el
pedazo de armadura. Después, la carne de su lomo quedaría a su merced.
Pero había aprendido algo de Destello. Su admirable amiga no se rendía jamás. Cuando debió irse
y dejarlos, pese a las súplicas para que se alejase de allí y se salvase, había
vuelto, había atacado al horrible depredador y los había sacado de la cueva.
Por lo tanto, él no iba a ser menos. No se iba a
rendir tan fácilmente.
Con la mente nublada de dolor, buscó una solución,
una alternativa. Algo que lo librase de la alimaña que taladraba su lomo.
Entonces fue consciente de la presencia de la pared
rocosa del acantilado. Estaba a menos de tres Cuerpos de distancia.
Se le ocurrió una idea desesperada.
Presionó los músculos de sus vejigas y encendió los
propulsores.
El joven Desgarrador notó un cambio en su presa y
cesó momentáneamente su ataque, sin soltar el bocado.
Bandas aceleró
y se precipitó hacia la pared rocosa como un meteorito enfurecido. Su atacante quedó paralizado por la sorpresa del súbito acelerón.
*
Río y Coral no perdían de vista
a la carnívora. Temblaban de miedo. Ante tan formidable enemigo sólo podían
mantenerse juntas y tratar de golpearla duro con las aletas si se acercaba.
Pero la
Desgarradora era un rival casi invencible. Y el menor error supondría la muerte
cruel de una de ellas.
Podían huir.
Eran más rápidas que ella. Los propulsores las ayudarían a acelerar
rápidamente y luego, aleteando con brío, la dejarían atrás.
Pero aquello condenaría a Luchadora y a Destello a
una muerte segura, cuando las dos Desgarradoras las atacasen a ellas. Y más en
aquel momento, cuando la cría estaba inmóvil y aturdida por el impacto.
Sin embargo, por alguna razón, la Desgarradora se
había vuelto prudente tras el ataque de la pequeña.
Así que, aprovechando aquella momentánea indecisión
de su adversaria, se mantuvieron firmes, plantándole cara. Prestas a huir en
cuanto Destello estuviese en
condiciones de escapar.
*
El
aturdimiento inicial ya había remitido. El colmillo clavado en su pecho le
molestaba bastante, pero allí no podía hacer nada para quitárselo. Tampoco lo alcanzaba con las mandíbulas.
De todas
formas, tenía objetivos más inmediatos. Quería atacar a la cría, pero una de
las adultas, seguramente la madre, se había interpuesto. Pues bien, liquidaría
a la madre y a la cría. A una por herir a su hijo. A la otra por atacarla a
ella.
Empezó a
moverse hacia su presa, con precaución. No caería en el error de subestimarlas.
Pero, aprovechando el momento adecuado, acabaría con ella sin demasiados
problemas.
La criatura
espacial se puso a la defensiva, con las ocho aletas desplegadas, manteniéndose
entre ella y su hija. En sus ojos pudo adivinar un brillo de determinación. No
tenía miedo. Se sorprendió. Aquella era una reacción que no esperaba. Todas sus
presas temblaban de pánico cuando ella aparecía. En cambio, aquel animal le
plantaba cara con valor y decisión. Un desafío interesante. Una parte de ella
no pudo por menos que admirar el arrojo de su presa. Debía actuar con suma
cautela.
Todavía
dolorida por el ataque de la pequeña, se puso en movimiento y empezó a rodear a
la madre, sin quitarle ojo. La emoción de una caza tan estimulante hizo que se
olvidase de su dolor y su cuerpo volvió paulatinamente a funcionar con
precisión. Como siempre. Sentía sus músculos ondular bajo su piel, tan tensos
que parecían a punto de estallar. Sólo debía aprovechar la oportunidad y
liberar aquella tremenda fuerza en un ataque relámpago demoledor.
*
El lacerante
dolor de su colmillo roto le impedía pensar con claridad. Cuando los dientes
del Bocasierra penetraron la coraza de su lomo, durante el ataque a las
Aulladoras, creyó que no era posible experimentar un sufrimiento mayor.
Evidentemente, se equivocó. Aquella herida era un rasguño comparado con el
profundo y agudo dolor provocado por la pérdida del colmillo.
Sus sentidos
estaban embotados. Apenas podía abrir los ojos. Tan sólo podía oler el agua
marina, saturada de gases volcánicos, y su sangre, que flotaba a su alrededor.
Por suerte, la hemorragia ya había cesado.
Entonces
percibió que la Desgarradora se ponía nuevamente en movimiento y que mamá la
mantenía a distancia. Era perfectamente consciente de que, si el monstruo
atacaba, su madre no podría defenderse.
Hizo un
esfuerzo por moverse, pero todos sus huesos se resintieron. Definitivamente, no
había sido una buena idea colisionar de aquella manera contra algo tan duro y
poderoso como la coraza de un Desgarrador.
Aún así
siguió intentándolo. Si no se recuperaba pronto, no podrían huir de allí y mamá
y los demás morirían. Reunió toda su fuerza de voluntad y movió las aletas,
cada vez con más vigor. Dolía horriblemente, pero no se amilanó.
Su madre la miró. Sólo un parpadeo, para comprobar
cómo estaba.
Fue un error.
Con un rugido de satisfacción, la Desgarradora atacó
como una centella.
*
El carnívoro
seguía agarrado a su lomo. A pesar de estar avanzando a toda velocidad hacia
una muralla de roca, el maldito bicho seguía tratando de arrancarle el pedazo
de piel y llegar a su carne. O no le preocupaba en absoluto lo que sucedería cuando
llegasen a las rocas… o estaba tan obsesionado con él que no veía nada más.
“Espero
que sea lo segundo…”, pensó.
El acantilado había ido tomando forma rápidamente a
través del agua turbia. Sus propulsores lo impulsaban a gran velocidad, directo
hacia la imponente masa rocosa. El Desgarrador continuaba allí, aferrado a su
piel. Sentía cómo se rompían cada vez más fibras bajo su armadura. La coraza
estaba a punto de ceder. En unos latidos arrancaría la placa y devoraría su
carne.
Las rocas se volvieron claramente visibles. A menos
de una aleta de distancia, giró a la izquierda, a la vez que rotaba sobre sí
mismo, para poner el lomo paralelo a la piedra. El carnívoro dejó de tironear cuando
se vio atrapado entre la roca y su presa, repentinamente consciente de lo que
estaba pasando.
Bandas
inclinó las aletas y se precipitó contra el acantilado a toda velocidad. La
fuerza del impacto arrancó al Desgarrador de su lomo… que aún tenía la placa blindada del joven Navegante atrapada firmemente entre sus mandíbulas.
Con un dolor atroz como jamás había experimentado, Bandas sintió cómo un enorme jirón la armadura se le desgarraba del
lomo.
*
Se habían distraído.
Habían centrado su atención en su compañera, atacada
por la otra hembra.
Acababan de cometer un gravísimo error.
Movida por la excitación de la caza, se precipitó
contra una de las dos criaturas espaciales. Se abalanzó tan rápido que su presa
no tuvo tiempo de reaccionar.
Mordió su costado con toda su fuerza. La coraza del
lomo aguantó admirablemente la presión de la dentellada. Pero el blindaje
ventral, más delgado, se hundió un poco.
Dando furiosos bandazos con el cuello, trató de
destrozar la armadura de su víctima. Sentía los tejidos chasquear y las placas
blindadas gemir. Usó toda su inmensa fuerza para doblegar a la gran criatura.
En pocos instantes hundiría sus dientes en la carne de la criatura del cielo.
Rio estaba aterrorizada. No vio venir el ataque de la Desgarradora. Y
ahora la tenía aferrada a su costado, a punto de romper su armadura.
No podría
aguantar aquel cruel castigo mucho más. En pocos Latidos traspasaría su defensa
y las horribles mandíbulas la destrozarían.
El profundo
terror que sentía la dejó en estado de shock y se abandonó a su suerte.
Pero Coral no pensaba abandonarla.
Primero se
quedó paralizada de miedo cuando la Desgarradora atrapó a su amiga. Sin
embargo, el miedo dio paso a un soberbio enfado.
Ciega de
ira, encendió los propulsores, impulsándose hacia arriba.
La carnívora la vio alejarse y pensó que el terror la había puesto en fuga. No le importó. Le bastaba con su presa.
A dos Cuerpos de
distancia sobre Río, realizó un
cerradísimo giro y se precipitó hacia abajo, acelerando al máximo y tragando agua para aumentar su peso. Pegó las aletas al cuerpo para reducir la fricción con el agua.
Ella no era Destello.
No era un
cachorro.
Era una
enorme Navegante de algo más de un Cuerpo de longitud, más masiva que la media de su especie, con huesos indestructibles y una
armadura plenamente desarrollada.
Apuntó el hocico blindado hacia
la Desgarradora desprevenida e impactó contra su lomo con una fuerza
estremecedora.
La brutal
colisión la dejó completamente aturdida.
Sin embargo,
el enfermizo crujido de la coraza y de la espina dorsal de la carnívora al partirse le llegó
con absoluta claridad.
*
Luchadora percibió el ataque de su enemiga en el último latido.
Giró sobre
sí misma a la velocidad del rayo y las mandíbulas de la Desgarradora se
cerraron sobre su lomo. Tensó la musculatura dorsal al máximo y los dientes de
la cazadora resbalaron sobre el blindaje metálico, sin lograr hacer presa.
Completó el
giro tan rápidamente como pudo, tratando de golpear violentamente al monstruo
con las cuatro aletas de la derecha.
La
Desgarradora no era tan fácil de sorprender. Arqueó el cuerpo con un potente
coletazo y las aletas de Luchadora
impactaron contra ella sin demasiada fuerza. Aún así, sintió un desagradable
latigazo.
Inmediatamente
giró la cabeza para intentar hacer presa sobre el vientre expuesto de la
Navegante, pero ésta encendió los propulsores y se desplazó de golpe. Las
mandíbulas se cerraron en el agua vacía.
La
Desgarradora iba a atacar de nuevo a la adulta cuando se fijó que la cría acababa de quedar
desprotegida.
Rugió de
satisfacción. La joven estaba mucho menos acorazada que su madre y, además, aún
estaba aturdida por el impacto y la pérdida del colmillo.
Una
dentellada bastaría para partirla por la mitad antes de que su madre pudiese
evitarlo.
Ebria de
ansia, se lanzó en tromba contra Destello.
*
El
intensísimo dolor que le provocaba el desgarrón del lomo era abrumador. El agua salada escocía terriblemente en la gran
herida, que sangraba abundantemente.
Su organismo
empezó inmediatamente el proceso de curación. Pero una lesión de aquella
magnitud tardaría algún tiempo en cicatrizar por completo.
Y el combate
estaba muy lejos de terminar.
Sufriendo
violentos espasmos de dolor, se dio la vuelta para ver a su oponente.
El joven
Desgarrador estaba apoyado en un pequeño saliente rocoso del acantilado.
Sangraba por varias heridas en el costado, y tenía una aleta inmóvil. Sacudía la cabeza.
Pero miraba
a Bandas con furia asesina.
El violento
impacto contra la roca viva lo había aturdido, pero se recuperaba rápidamente y
enseguida atacaría de nuevo.
Bandas se enfureció. ¿Acaso no había tenido suficiente? ¿Por qué
quería seguir atacando? Había miles de cadáveres tras el paso del enorme
maremoto. ¿Porqué seguía amenazándolo a él y a su… familia?
Aquella palabra se incrustó en la mente del joven
Navegante.
Su furia creció y clavó sus ojos ardientes en su
adversario.
“¡¡La
amenaza que representas acaba aquí y ahora!!”, pensó con furia.
Se lanzó contra él. Magtinó de dolor cuando el gran
jirón de piel se levantó a causa del movimiento contra el agua. Pero siguió
adelante.
Alcanzó al Desgarrador apenas dos Latidos después.
Sus colmillos se hundieron profundamente en la carne de la cola, justo tras la
coraza torácica. El animal rugió de dolor y lanzó una dentellada, consiguiendo
agarrar una aleta. Mordió con toda su fuerza, pero Bandas, insensible ya a un dolor más, usó las otras siete para lanzar
terribles cuchilladas contra la carne desprotegida.
Las placas óseas bajo la piel del Desgarrador
aguantaron al principio, pero poco a poco, empezaron a ceder al castigo que los
temibles filos de Bandas les
infligían. Al mismo tiempo, el Navegante se movía violentamente para que sus
colmillos provocasen el mayor daño posible en el interior de su adversario.
El Desgarrador rugía furioso y trataba de arrancarle
la aleta prisionera. Pero, al ser todavía joven, la fuerza de sus mandíbulas no
era suficiente para comprometer los resistentes huesos y tendones de su presa.
El animal empezó a debilitarse. La pérdida de
sangre, el dolor y el cansancio pudieron con él. Aflojó la presión sobre la
aleta y Bandas la liberó. Se retiró
del Desgarrador, dejándole dos grandes y profundos orificios en el costado. En
el mismo momento en que los puntiagudos colmillos metálicos salieron, las
heridas empezaron a sangrar abundantemente.
Se alejó unas tres aletas y observó al carnívoro
vencido. Éste, gruñendo de dolor y con los ojos llenos de odio, se alejó de
allí lentamente.
Bandas lo
vio irse. Estaba bastante mal. Quizá no sobreviviría. Por una parte, sentía
haberlo herido de aquella manera. Pero la supervivencia de su familia era lo
primero. Y el carnívoro no le había dejado otra opción para protegerlos.
De repente, fue consciente de que había vencido. Él,
tan joven, no sólo había plantado cara, sino que había derrotado a un Desgarrador adolescente.
Un enorme orgullo incendió su corazón.
Abrió las aletas, concentró toda su energía, hizo
brillar su cuerpo con fuerza y emitió un magtido de triunfo que hizo vibrar el
agua.
—
¡¡¡HE
VENCIIIIDOOOOO!!!
*
Bondadosa, Cuidadora, Amanecer, Bebé, las Caparazones y sus crías se
habían alejado de la batalla todo lo que sus sentidos les permitieron. No
querían dejar de percibir a los demás, que luchaban valientemente allí atrás.
Hacía rato
que no recibían ninguna comunicación. Tan solo magtidos de dolor, de furia, de
alerta… y terribles rugidos, que el agua transportaba hasta ellos.
Tenían el
corazón encogido de angustia, sin saber cómo se estaba desarrollando la pelea.
Por eso,
cuando les llegó la potentísima y dolorosa señal de victoria de Bandas, un gran alivio inundó sus
almas.
Pero aún quedaban Río, Coral, Luchadora y Destello.
Y sus adversarios no eran ejemplares adolescentes.
Eran peligrosísimas bestias adultas, perfectamente
capaces de matarlas.
*
El tremendo
impacto, al partir su espina dorsal, dejó paralizada e insensible la mitad
trasera de su cuerpo. Un horrible dolor ascendió desde la lesión hasta su
cerebro, haciéndola entrar en estado de shock.
Sus
mandíbulas se aflojaron y soltó a su presa, hundiéndose lentamente en el oscuro
abismo marino.
Coral comprendió que su enemiga estaba sentenciada. Sin poder mover las
aletas traseras y la cola, no podría volver a cazar. Quizá sobreviviría un
tiempo si encontraba carroñas de las que alimentarse. Después del maremoto había
millones de cadáveres.
Pero la
Navegante no se arrepintió. Había salvado a su amiga Río de una muerte horrible. Un violento torrente de orgullo inundó
su alma.
Y en aquel
preciso instante, le llegó la transmisión triunfal de Bandas.
Coral
respondió con una señal de victoria igual de intensa.
Inmediatamente después se volvió hacia Río, que seguía inmóvil y aterrorizada,
para ayudarla.
Al girar, vio cómo la otra Desgarradora se
abalanzaba sobre la desprotegida Destello
con las mandíbulas abiertas al máximo. Luchadora,
desesperada, se lanzó tras ella. No llegaría a tiempo.
Su corazón se encogió.
La pequeña iba a ser destrozada. Y nadie podía
salvarla.
*
Destello recibió las dos señales de triunfo de Bandas y Coral.
Abrió los
ojos y se encontró a su derecha con el horrible par de mandíbulas que se
cernían sobre ella, a menos de cinco aletas de distancia.
Aterrorizada,
intentó moverse y cargar los propulsores. Pero el dolor de la colisión, el
cansancio acumulado y la tensión extrema pudieron con ella y su cuerpo no
respondió.
Se encogió
de miedo, esperando el terrible mordisco que estaba a punto de sufrir.
Para su
consternación, sus sentidos la traicionaron, amplificándose.
Todo empezó a transcurrir con extrema lentitud a su
alrededor, como cuando cargó contra los predadores que atacaban a la manada de
Aulladoras. La diferencia radicaba en que, esta vez, no podría aprovechar aquel
poder, porque no podía ni moverse.
Vio a la carnívora avanzando hacia ella, lenta pero
inexorablemente. El agua se abría a su alrededor, viscosa, creando ondas de
presión que se expandían perezosamente. Pudo observar la textura de su piel, el
ansia asesina en sus ojos, el débil brillo de sus mortales dientes, la
repugnante lengua extendida hacia ella…
Aunque quería, no podía apartar su ojo derecho del
horrible monstruo que se le echaba encima. Su cerebro se centró por completo en
la pavorosa carnívora.
Y entonces, otra cosa entró en su campo de visión,
por la izquierda.
Un gran objeto se dirigía, desde detrás de ella, en
trayectoria directa de colisión contra la Desgarradora. En un primer momento pensó
que sería mamá. O Coral.
Al instante siguiente comprendió que eso no podía
ser. Mamá estaba detrás de la depredadora. Y Coral demasiado lejos.
Sin poder apartar el ojo derecho de su atacante,
percibió con el izquierdo cómo el objeto misterioso se abalanzaba contra ella.
La Desgarradora no se dio cuenta de la amenaza hasta
apenas un instante antes del impacto. Fue en aquel preciso momento, en el
latido exacto en que el objeto colisionó contra la mandíbula inferior de la
carnívora, enviando ondas de presión por todo su cráneo, cuando Destello comprendió qué era.
Flotó ante ella, altivo y orgulloso, aunque algo aturdido.
En sus ojos brillaba la satisfacción por un favor
devuelto.
Allí, suspendido en la turbia oscuridad, interponiéndose
entre la Desgarradora y ella, estaba su amigo.
El viejo macho Aullador.
*
Tras el
maremoto, la manada de Aulladoras se había disgregado. La fuerza de las
gigantescas olas había separado a sus miembros y aún no habían logrado volver a
reunirse.
Él,
desorientado y aturdido por el fragor de la supererupción y del desmoronamiento
de la vasta meseta sumergida, vagó sin rumbo hasta encontrar el acantilado
submarino.
Se sumergió
varias veces, tratando de comprender su entorno. Y también sentía curiosidad
por la suerte de las criaturas espaciales que habían ayudado a su familia.
Iba a volver
a alta mar cuando escuchó el rugido inconfundible de varios Desgarradores.
También percibió extraños chasquidos de energía en el agua, iguales a los que
generaban los seres del espacio.
Temeroso,
salió a respirar y volvió a sumergirse, tomando grandes precauciones para no
ser detectado.
Asistió
afligido e impotente al ataque de los monstruos de las profundidades. Y se
sorprendió mucho cuando sus amigas lograron mantenerlos a raya. Una de ellas
incluso hirió de gravedad a una de aquellas bestias depredadoras. No pudo por
menos que admirarlas. Él nunca podría plantar cara a una máquina asesina de
aquel nivel.
Estaba
escondido muy cerca de la cría del espacio que era su amiga, cuando vio que la
bestia atacaba a su madre. Hizo acopio de todo su valor y salió de su
escondite, camuflándose en la oscuridad, para tratar de llevarse a la pequeña a
lugar seguro mientras su madre mantenía a raya al monstruoso animal.
Pero
entonces, la carnívora se lanzó contra la cría y él no lo pensó. Sólo actuó. Estaba
en deuda con ella. Su vida no le importó. Sólo quería salvar a su amiga.
Bajo la acción de sus poderosos músculos, enorme cola lo impulsó a toda velocidad y se lanzó como una flecha a por la letal bestia,
apareciendo de pronto desde detrás de la indefensa joven.
*
Era el
segundo impacto demoledor que recibía desde que había empezado el ataque.
Aturdida, miró a su alrededor tratando de identificar la causa.
Su sorpresa
fue mayúscula cuando vio que era un enorme y viejo macho Aullador, una de
aquellas cálidas y sabrosas criaturas marinas que respiraban aire.
¿Cómo había
osado enfrentarse a ella? Durante su vida había matado y devorado a decenas de
ejemplares de aquella especie. Bastaba con que la viesen para que huyesen
despavoridos en todas direcciones. Jamás, ni uno solo de ellos, había ofrecido
resistencia. Cuando se les echaba encima, se quedaban quietos, víctimas del
pánico, esperando a ser devorados.
Pero aquel
no. Aquel la había golpeado duramente. Le dolía muchísimo la mandíbula. Y, de
forma completamente ilógica, no solo no huía de ella, sino que protegía a la
cría del espacio con su propio cuerpo.
Percibió que
la madre la quería atacar por detrás y se separó, alejándose a una distancia
prudencial de las tres criaturas. Con desconfianza, empezó a rodearlas. Sabía
que el macho no tardaría en subir a la superficie para respirar. Cuando lo
hiciese, la madre protegería a su cría.
Entonces
ella asesinaría al macho.
Y si la
madre trataba de protegerlo por algún retorcido sentido de la gratitud, asesinaría a la hija.
Fuese cual
fuese el resultado, tenía las de ganar.
Sólo era
cuestión de paciencia.
*
Destello asistió atónita al heroico acto de valentía de su amigo.
La acababa
de salvar de una muerte segura y horrible. Lo miró con infinita gratitud y el
Aullador le devolvió la mirada.
Aquello le
dio ánimos para tratar de recuperarse y, reuniendo todas sus fuerzas, empezó a
nadar lentamente.
La
Desgarradora describía círculos alrededor de ellos. La joven no se fiaba un
ápice de aquel monstruo.
Entonces
comprendió su estrategia. Estaba esperando a que el Aullador subiese a respirar
para atacarlo.
Así que
decidió nadar hacia arriba, para que su amigo se viese acompañado por ella y
por mamá. Y, si se mantenían cerca del acantilado, la Desgarradora no podría
rodearlos.
Llegó el momento y el
macho tuvo que subir. Pero la bestia, más lista de lo que suponían, se echó
encima de él, rápida como el rayo. Su madre trató de interponerse, y la
Desgarradora bajó hacia Destello. Luchadora cambió de rumbo y protegió a su
hija. Y el monstruo volvió a subir rápidamente, tras el Aullador.
La Navegante
no pudo volver a ganar la posición. El Aullador estaba sólo. Pero el viejo
macho era mucho más duro de roer de lo que nadie suponía.
Aceleró
hacia la superficie, su masiva musculatura moviendo la poderosa cola con una fuerza sorprendente, y la carnívora justo detrás. La Desgarradora
esperaba que su presa se colocase en horizontal para respirar. Así ella podría
destrozarle el vientre de una dentellada.
Sin embargo,
el astuto macho siguió acelerando hacia la superficie. Más de la mitad de su
cuerpo salió del agua. Arqueó el lomo hacia atrás al máximo y, describiendo un
arco, chocó violentamente contra la superficie. La depredadora, desconcertada, quedó
momentáneamente desorientada por la gran cantidad de espuma burbujeante que el Aullador
había provocado con su caída.
Él, por su
parte, había renovado por completo el aire de sus pulmones y había evitado una
dentellada fatal.
Rápidamente,
se sumergió en dirección a sus amigas. La carnívora lo siguió, furiosa.
Destello vio una oportunidad.
—Mamá (Urgencia)—transmitió apresuradamente—. Lánzate contra el Aullador. Él se
apartará en el último momento y podrás golpear a la Desgarradora sin que tenga
tiempo para reaccionar. Lo haría yo misma, pero no puedo moverme (Confianza).
Luchadora ni siquiera se lo pensó. El Aullador acababa de salvar la vida de su
querida hija. Con un vigoroso movimiento, se lanzó a toda velocidad hacia él.
El viejo
macho, al ver a la Navegante ascender veloz, comprendió inmediatamente sus intenciones. Llevaba vivo muchísimo tiempo y había aprendido muchísimas cosas.
Redujo su
velocidad un poco para que la carnívora pensase que podía alcanzarlo. Y
funcionó. Con un rugido de satisfacción, la bestia se le echó encima. Al abrir la pavorosa bocaza al máximo, perdió momentáneamente la visión de su presa... y de la Navegante que ascendía hacia ella en rumbo de colisión.
En el
momento preciso, el Aullador cambió levemente de rumbo y Luchadora pasó rozando su piel contra la de él.
La
Desgarradora, víctima de su propia inercia y de su exceso de confianza, no pudo
reaccionar hasta que fue demasiado tarde.
Luchadora pasó bajo ella y giró violentamente, propinándole un duro golpe en la unión del pecho y el cuello. A pesar de su gruesa armadura coriácea, el monstruo se resintió profundamente.
Y, de
pronto, recibió otro golpe aún más duro en el costado.
Coral, furiosa, había aprovechado el momento de distracción de la carnívora
y colisionó contra ella justo después de Luchadora.
Y el
Aullador hizo lo propio inmediatamente después desde abajo.
Las
Navegantes empezaron a girar sobre sí mismas rápidamente y la Desgarradora recibió
una dolorosa lluvia de golpes procedentes de sus aletas. El viejo macho, por su
parte, la agarró por la cola con sus mandíbulas triples y presionó con toda su fuerza.
Se oyó un
chasquido y la bestia rugió de dolor. La mitad de su cola colgaba inerte.
Uno de los
potentes golpes de Coral alcanzó la
aleta trasera izquierda de la carnívora y se produjo un nuevo crujido cuando
otro hueso se partió.
La temible
cazadora, con el cuerpo muy magullado, dos huesos rotos, cansada y recibiendo
golpes sin parar, decidió retirarse.
Con un
rugido atronador, cargado de odio e impotencia, volvió a las líquidas tinieblas
de las que provenía.
La última
mirada que les lanzó los encogió a todos de miedo.
El Aullador,
Coral y Luchadora regresaron a donde esperaba Destello. Río, que ya se
había recuperado del ataque de pánico, estaba allí con ella, piel con piel,
para darse ánimos y reconfortarse mutuamente.
Felices, las
cuatro Navegantes emitieron al unísono la misma señal de triunfo que Bandas. El viejo macho también silbó
con fuerza.
Lentamente,
agotadas por la larga y durísima batalla, nadaron hacia el resto de su familia,
que los esperaba lejos de allí.
Por
increíble que les pudiese parecer, habían sobrevivido al ataque más terrorífico
que ninguno recordaba.
Un Desgarrador
era un enemigo formidable.
Cinco
Desgarradores eran una sentencia de muerte.
Pero ellos,
luchando valientemente en grupo, habían salido victoriosos en un enfrentamiento
imposible.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
El contenido de esta historia está abierto a toda persona que desee disfrutar de su trama. Se admite cualquier comentario relacionado y críticas constructivas, en tanto en cuanto estos se mantengan dentro de unos límites adecuados de corrección.
Todo comentario ofensivo (hacia cualquier persona o colectivo), inapropiado o fuera de lugar será inmediatamente suprimido.
El contenido está protegido por Derechos de Autor, con todo lo que ello implica.
Espero que disfrutéis de la historia y que realicéis buenos aportes en ella.
Saludos!